Yasín Nabil
El artículo 72 de la Constitución, en su sección cuarta relativa al poder ejecutivo, dice que “el presidente de la República es el presidente del Estado y símbolo de su unidad, que garantiza su independencia y su continuidad y vela por el respeto de la Constitución”. Pero cuando este texto se compara con la realidad política queda claro que los mecanismos y prácticas del poder chocan en la realidad con la lógica y el espíritu del artículo constitucional. El presidente de la República, que zanjaba este martes la ley administrativa de amnistía en torno a la cual se ha producido una gran lucha social y política, no es de ninguna de las maneras un símbolo de unidas, sino un bando principal de esa lucha, que ha aprovechado su posición jerárquica en el aparato del Estado para imponer su iniciativa legislativa. Y en lo que se refiere al respeto de la Constitución, el presidente ha zanjado una ley que fue recurrida por la mitad de los miembros del organismo encargado de controlar la constitucionalidad de las leyes.
Durante el complejo camino hacia la aprobación de esta ley, la Presidencia ha puesto de manifiesto un vínculo político-estructural con la red de corrupción política y administrativa del antiguo régimen. Y para legalizar ese vínculo por interés, la Presidencia ha querido imponer su iniciativa legal (la ley de amnistía) haciendo uso de todos los medios propagandísticos y políticos. No obstante, a lo largo de más de dos años, la Presidencia se ha topado con un frente de resistencia cohesionado que engloba a amplios sectores de la sociedad con sus movimientos juveniles, políticos y de derechos humanos.
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Viñeta del caricaturista tunecino Tawfiq Omrane (De la página de Facebook del artista)
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