Satea Nureddín
Al Mudun, 17/04/2017
Ninguna opinión o reacción árabe (incluida esta misma) a propósito del referéndum constitucional turco o de la proclamación de la «segunda República» turca tiene relevancia. Todo lo que han publicado y siguen publicando los árabes acerca de este tema carece de imparcialidad y de unos mínimos conocimientos sobre lo que sucede en esa potencia vecina que tiene que ver con muchas preocupaciones, divisiones y sesgos en el mundo árabe.
Las medidas adoptadas por Turquía generan, en principio, una nueva brecha con respecto al mundo árabe: ningún Estado árabe se atrevería (al menos no en este siglo) a convocar un referéndum para reformar su constitución, su régimen o la organización de sus instituciones sin desembocar en guerra civil, divisiones, desorden o vacío.
Lo que para algunos árabes es el desarrollo y la modernización de un positivo ejemplo turco, en realidad no es más que un aumento de la diferencia entre el mundo árabe y la República turca «moderna», que consolidó (el 16 de abril) su fuerza, su inviolabilidad y su democracia, para acercarse cada vez más a los modelos occidentales avanzados. Los turcos han elegido para su Estado semifederal el modelo estadounidense, que han copiado casi al pie de la letra, y se han apoyado también en algunas experiencias euro-occidentales exitosas.
Lo que para algunos árabes es el progreso de un prototipo islámico de modernidad y apertura no es más que la continuidad y la coronación de la trayectoria de un partido más interesado en el ultranacionalismo turco que en el sistema gubernamental islámico y que se apoya en instituciones u hombres de religión que predican el credo y lo usan como arma para enfrentarse al otro. Este no es el Partido de la Justicia y el Desarrollo que en algunos momentos de la vida interior turca parecía oponerse a la idea misma del islam. El referéndum es una clara muestra de ello y las reformas constitucionales solo conducen a esa idea.
Lo que para algunos árabes es una reforma constitucional precoz que carece de legitimidad popular no es más que la continuación de plebiscitos y elecciones euro-occidentales, que cambiaron el rumbo de países influyentes y trazaron su estratégico camino con mayorías que no superaron el uno o el dos por ciento como máximo. El referéndum británico para salir de la Unión Europea no es el único ejemplo. Probablemente, esa unión continuará y se expandirá también con mayorías populares europeas que no superen el cincuenta por ciento.
Lo que para algunos árabes es el progreso del islamismo árabe y en particular de los partidos islámicos moderados (como los Hermanos Musulmanes), no será más que la renovación superficial de una obligación moral y un llamamiento político turco para que los países árabes reconozcan la existencia de corrientes similares en sus sociedades, compartan con ellos el poder y se hagan servir de ellos para luchar contra el radicalismo, el extremismo y el terrorismo. Y, si es necesario, que los sometan a las instituciones del Estado civil o, más bien, laico, si eso conlleva a la estabilidad y a la prosperidad.
En esos términos, no parece que Turquía sea neutral. Tal vez no lo fue nunca; ni en el auge de su ultranacionalismo ni en su experiencia democrática. Lo mismo ocurre con los árabes: nunca hubo un árabe neutral con respecto a Turquía, ni en el arranque de la Primavera Árabe (que entusiasmó a los turcos más que a nadie) ni en su triste final, que supuso y sigue suponiendo una gran carga y responsabilidad que no agradan a ningún turco, al margen de los sentimientos y los lazos que los unan con el mundo árabe.
Debemos confesar que no hay ninguna postura árabe neutral, objetiva o meramente informativa sobre Turquía y su «segunda República», sobre todo, por el rol que desempeña en Siria. Turquía es un bando con participación directa y sin ella nadie se atrevería a decir que la revolución siria hubiera podido resistir semanas o meses frente al vasto ataque ruso-iraní. Este criterio es decisivo para evaluar los resultados del referéndum turco y en él hallamos el origen de las felicitaciones o de los pésames que se han intercambiado los árabes por esa evidente victoria de Rayab Tayeb Erdogán.
Turquía ya no es un modelo. Nunca lo fue. Y si bien se aleja, en esencia, de lo árabe, contribuye seriamente al cambio de régimen en Siria. Y eso es suficiente.
Viñeta de Hasán Bleibel para Al Mudun
Traducido del árabe por Eman Mhanna en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.
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