Artículo de Adam Shatz para The New York Review of Books

 

Orientalismo, de Edward Said, es uno de los trabajos más influyentes de la historia intelectual de la época de la posguerra. También es uno de los más malinterpretados. Quizá, el malentendido más común sea pensar que trata “sobre” Oriente Medio; por el contrario, se trata de un estudio sobre las representaciones occidentales del mundo arabo-islámico, sobre lo que Said llamó “grilletes forjados por la mente”, después de William Blake. Los críticos conservadores lo malinterpretaron como una denuncia nativista de la academia occidental, ignorando sus elogios a Louis Massignon, Jacques Berque y Clifford Geertz; mientras que algunos islamistas alabaron el libro a partir del mismo malentendido, ignorando el compromiso de Said con la política secular.

Desde la primera publicación del libro en 1978, Orientalismo se ha convertido en una de esas palabras que concluyen conversaciones en los campus liberales, donde nadie quiere ser acusado de orientalista no tampoco racista, sexista, homófobo o transfóbico. Que el término orientalista sea ahora un epíteto comúnmente aplicado es un tributo al poder del texto de Said, pero también a su vulgarización. Con Orientalismo, Said quería abrir una discusión sobre la forma en que el mundo árabe-islámico ha sido imaginado por Occidente, no evitar tener en cuenta los problemas de la región de los que era muy dolorosamente consciente.

También era sumamente consciente de haber escrito una obra de historia que estaba destinada, como todos estos trabajos, a convertirse en un documento histórico, refractando las presiones y ansiedades de su momento. Orientalismo fue publicado hace casi cuarenta años, en el momento de los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto y la guerra civil libanesa, justo antes de la revolución islámica en Irán y cuatro años antes de la invasión de Ariel Sharon de Líbano y las masacres en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila. Miembro del Consejo Nacional de Palestina, al mismo tiempo que apasionado lector de Foucault, Said pretendía que su libro fuera una historia del presente, un presente, ahora pasado, muy diferente del nuestro.

 

Seguir leyendo:

Orientalismo, entonces y ahora, Adam Shatz

 

Imagen de portada: ‘Mujer preparando cuscús, Argelia’, Vincent Manago (1880-1936).

 

Traducido del inglés por Lidia Rodríguez en el marco de un programa de colaboración de la Universidad Autónoma de Madrid y la Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe.

 

 

 

 

 

 

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