Once años después del estallido de la revolución de 2011 que derrocó al coronel Muammar Gaddafi, Libia sigue en una vorágine de caos político y militar sin una solución permanente que ponga fin a la crisis en la que se encuentra estancada.
Osama Ali. 17/02/2022. Al Araby Al Yadid. Traducido por Ibrahim Rifi.
Factores internos y externos se entrecruzan para hacer fracasar cualquier tentativa que pretenda poner fin a los conflictos actuales, desde la lucha de personalidades militares y políticas por permanecer en la escena, para cuyo fin está empleando todas las vías políticas y militares, hasta la competencia por sus intereses de distintos Estados y los mensajes lanzados desde la arena libia.
La prueba más destacada del fracaso en el intento de salida de esta situación crítica ha sido el aplazamiento de las elecciones presidenciales previstas para finales del año pasado al irrumpir en la escena política figuras del antiguo régimen, entre las que destaca Saif al Islam Gaddafi, hijo del coronel derrocado.
Otro gran punto de conflicto ha sido la disputa por la legitimidad del gobierno de Abdelhamid Dabaiba. El presidente del Parlamento, Agaila Saleh, impulsó la aprobación de una hoja de ruta que concluyó con la elección del nuevo primer ministro Fathi Bashaga, lo que contribuyó a hacer más profundas las diferencias de las dos autoridades en torno a las cuales se reparten los espectros político y militar libio.
El experimento democrático en Libia
Libia se incorporó a los países de la Primavera Árabe a principios del año 2011. Tras cuatro décadas de gobierno autoritario del coronel Muammar Gaddafi, su régimen fue derrocado por una explosión social y política cuyas consecuencias son aún desastrosas en todos los aspectos para los libios.
La muerte de Gaddafi no contribuyó a que los que se levantaron contra él dejaran las armas. A su desaparición le sucedieron complejas etapas en las que confluyeron conflictos internos con injerencias externas.
Once años después, Libia no ha roto con las ideas del antiguo régimen y con su cultura política autoritaria. El general retirado Jalifa Haftar, antiguo compañero del coronel Gaddafi desde que llegó al poder tras el golpe de Estado de 1969, busca ocupar y representar militarmente ese legado recurriendo a las urnas y a las alianzas políticas.
Una de las paradojas de la Libia postrevolucionaria fue la elección de la ciudad de Bengasi por parte de Jalifa Haftar, la ciudad desde la que comenzó en 2011 la revolución contra Gaddafi, como su centro desde el que lanzar su ofensiva militar sobre la mayor parte del territorio. La ofensiva llegó hasta la capital, Trípoli, en el año 2014, dentro de la conocida como “Operación Dignidad” con el fin de tomar la ciudad, hasta que tuvo que replegarse de nuevo en Bengasi. Haftar regresó con un “traje político” que le permitiera hacerse con el voto de los libios en las elecciones y construir un Estado civil.
La negativa de los combatientes a abandonar las armas tras la caída del régimen de Gaddafi constituyó el primer obstáculo para el avance del país hacia el anhelado Estado democrático.
Uno de los participantes en el levantamiento de 2011 en Misrata, Abdelmonem al Kaziri, en una entrevista para Al Araby Al Yadid, defiende la no entrega de las armas de las milicias en Libia. Preocupado por el legado de Gaddafi, asegura que se trata de una decisión inteligente por parte de las milicias “revolucionarias”. “El legado de Gaddafi solo se puede combatir con las armas, ¿quién disuadirá a figuras como Haftar si las entregamos?” añade. Y asegura que las armas no fueron ningún obstáculo para la celebración de las primeras elecciones libias tras la caída de Gaddafi en el año 2012,en las que la participación de libios fue muy grande. . A Al Kaziri se sorprende que Haftar sea aceptado como una figura política en la escena libia siendo una herencia directa del antiguo régimen “contra el que el pueblo se levantó en 2011”.
Sin embargo, el activista político Agaila al Atrash, también revolucionario de Bengasi, asegura en una entrevista que los libios pueden hacer frente a Haftar y a su “gentuza” sin hacer uso de las armas, y considera que la presencia de armas fuera de las instituciones estatales y entre la población fue precisamente el argumento con el que Haftar formó sus milicias en abril de 2014 en Bengasi, llevando al país al caos en el que encuentra hasta el día de hoy: “Haftar es un líder sanguinario, un tirano, y si logra gobernar no tendrá piedad por nosotros; pero los políticos en las demás instituciones también son unos tiranos, y aunque están enemistados, alcanzan acuerdos cuando es necesario con tal de mantenerse en sus posiciones de poder”.
Independientemente de estos puntos de vista, parece que el país no estaba preparado para experimentos democráticos. Antes de las primeras elecciones parlamentarias en 2012, comenzaron a surgir marcados alineamientos políticos, especialmente los de las dos corrientes políticas en auge, el islam político representado por el Partido Justicia y Construcción, y las corrientes laicas representadas por la Alianza de Fuerzas Nacionales.
Estas dos tendencias se posicionaron en el Congreso General de la Nación, (el Parlamento libio) poniendo al descubierto los primeros síntomas de conflicto tras el 2011 , a lo que añadir que cada uno de los dos bandos movilizó de su parte a una serie de milicias armadas.
En las segundas elecciones parlamentarias de 2014, la Cámara de Representantes se puso del bando de Jalifa Haftar, e instaló su sede en Tobruk, y aquello le sirvió para dar carta de legitimidad a sus guerras.
Por su parte el Congreso General de la Nación formó un frente político con los combatientes opositores a Haftar, y lanzaron la operación «Amanecer de Libia» con la que lograron controlar Trípoli y expulsar a los partidarios de la Cámara de Representantes de todas las regiones del oeste del país.
La operación se extendió desde la población de Zintan, en el extremo oeste del país, hasta el centro del país, concretamente hasta el este de la zona conocida como creciente petrolífero.
La conocida como segunda guerra civil de Libia, el conflicto se detuvo por la acumulación de presencia externa alrededor de la misión de Naciones Unidas, lo que empujó al país a una fase de resolución política mediante el diálogo entre dos bandos: el Consejo General de la Nación al oeste y la Cámara de Representantes al este.
Desde el año 2015, Naciones Unidas se ha implicado mucho en la cuestión libia, liderando un proceso de diálogo que desembocó en la firma de un acuerdo a finales de año en la ciudad marroquí de Sjirat.
En noviembre de 2020 se inició el segundo proceso de diálogo en Túnez, que concluyó con la firma de un alto el fuego entre representantes militares de los distintos bandos.
No obstante, ambos acuerdos no consiguieron llevar al país al fin de sus crisis. En el primer acuerdo, la Cámara de Representantes no logró formar el primer gobierno de acuerdo nacional liderado por Faiz al Sarrach al negarse a darle su confianza. El gobierno de Sarrach luchó por mantenerse alejado de las disputas políticas y no chocar con Haftar.
El hecho de que la Cámara de Representantes no reconociera al gobierno de Sarrach convirtió a ese ejecutivo en actor político y en un adversario militar de Haftar, quien vio en su incapacidad para imponerse a los grupos armados de Trípoli y el oeste del país, una excusa para lanzar una operación militar con el pretexto de “luchar contra las milicias”
En el segundo acuerdo, si bien la Cámara de Representantes dio su confianza al gobierno de unidad nacional liderado por Abdelhamid Dabaiba, entorpeció su labor impidiendo la aprobación de los propuestos y haciendo la vista gorda ante el hecho de que Haftar impidiera que el ejecutivo tuviera el control de muchas ciudades.
Aunque el gobierno de Dabaiba evitó el conflicto con Haftar, este se alió con la Cámara de Representantes para asfixiar políticamente al ejecutivo.
Y con el tiempo, el gobierno de Dabaiba se convirtió en un actor político en el oeste del país en conflicto con el otro actor político del este. Ese conflicto llegó a su clímax al aproximarse la cita electoral, el pasado 24 de diciembre de 202, cuando Haftar y Dabaiba se presentaron como candidatos a las elecciones presidenciales.
La retirada de la confianza al gobierno de Dabaiba por parte de la Cámara de Representantes que coincidió con el anuncio candidatura a las elecciones presidenciales hizo estallar una nueva crisis.
El profesor de Ciencias Políticas Mabruk al Shaws, en una entrevista para Al Araby Al Yadid, explica que los dos acuerdos políticos no han logrado la unificación del país, y aunque los rostros han cambiado, Haftar ha tenido un gran poder en todos los procesos y acuerdos políticos.
Al Shaws considera que “la breve experiencia democrática en Libia ha facilitado la injerencia externa y ha obligado buscar ayuda en el extranjero una vez que Haftar abriese las puertas de par en par a los países que apoyan la contrarrevolución de la Primavera Árabe:Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes”.
Injerencias externas en la guerra libia
A pesar del caos del país a varios niveles con el auge de grupos terroristas, el tráfico de drogas y armas, o la trata de seres humanos migrantes, asunto que se ha convertido en una cuestión internacional, es el hecho de que las guerras que Haftar afectaran a las zonas petroleras, el motivo principal para que tanto actores internos como externos buscaran soluciones a través del diálogo.
La ofensiva de Haftar a Trípoli abrió la puerta a la intervención militar de Rusia y Turquía en Libia. No obstante, esa intervención logró detener los combates al conseguirse un equilibrio de fuerzas: Rusia apoyaba a las milicias de Haftar, Turquía al Gobierno de Acuerdo Nacional.
La intervención militar extranjera impulsó un nuevo compromiso internacional, el de las capitales occidentales que veían un peligro en la incursión rusa en Libia y en la región, especialmente Washington, aunque Moscú parecía mantener su presencia en el país como elemento de presión y para defender sus intereses en el contexto de su enfrentamiento con Occidente.
El analista político Maruán Dueib cree que “fue la intervención extranjera lo que frustró la celebración de las elecciones el pasado mes de diciembre. La base del acuerdo de Túnez, según la hoja de ruta que marca, fue la conducción del país a las elecciones de diciembre a través de un gobierno elegido en febrero de 2021 que trabajara por la reconciliación nacional y favoreciendo las condiciones para la celebración de los comicios. Pero esa a hoja de ruta no ha sido aplicada debido a la intervención extranjera”.
“La opinión pública creyó que la razón del fracaso de las elecciones era la lucha interna entre las distintas personalidades política por acceder al poder a través de las elecciones, y por ello, Agaila Saleh diseñó una ley electoral que pretendía excluir a sus adversarios, entre ellos Abdelmunem Dabaiba” explica Dueib.
Pero este analista considera que las verdaderas razones son los intereses externos: “Washington y sus socios europeos no iban a apoyar la celebración de elecciones si de estas no iba a salir un nuevo gobierno afín a esos países y que obligara a Moscú a retirarse de Libia. Moscú, sin embargo se involucró en la aparición en escena de una figura política que lo ha echado todo a perder, Saif al Islam Gaddafi, quien evidentemente apareció para generar confusión y tal como apareció, despareció”.
Ejemplo del resultado de todo esto son los conflictos que se dan en los círculos del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la misión de la ONU en Libia y la disputa sobre quien la lidera .
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انتفاضة ليبيا: دوامة من الأزمات السياسية والأمنية .أسامة علي. 17/02/2022. العربي الجديد
“Cualquier discrepancia o diferencias fruto de la traducción son responsabilidad de Al Fanar. Si surgiera cualquier cuestión relacionada con la exactitud de la información volcada en el texto traducido sobre estas líneas debe comprobarse con el artículo original en árabe.”
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