Abdelhadi Jalaf (profesor de ciencias políticas de Bahréin)
El sultanato de Omán recibe una cobertura mediática privilegiada pese a que el país no es tan grande ni tan rico como sus hermanos del Golfo. La mayoría de esas coberturas mediáticas muestran una imagen irreal de un país cuya estabilidad no se ha visto empañada por los conflictos tribales, sectarios y sociales que han afectado al resto de los países árabes amenazando su unidad nacional por no decir que su propia existencia. Incluso cuando los vientos de la primavera árabe llegaron a los países vecinos al sultanato, concretamente a Yemen y Bahréin, el mensaje de los medios fue que los manifestantes omaníes no pedían la caída del régimen, a diferencia de otros países árabes y algunos medios llegaron a exagerar diciendo que los manifestantes reunidos en las plazas para protestar por el paro, la carestía, y las corrupción de algunos funcionarios públicos, coreaban “Larga vida al sultán”.
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De vez en cuando los medios nos sorprenden con noticias según las cuales el sultanato no difiere mucho de las otras monarquías del Golfo. Así ha sucedido en los últimos meses, cuando las autoridades omaníes han tomado una serie de medidas para estrechar el cerco a la libertad de expresión en el país. Esas medidas siguen la estela de las adoptadas por los aparatos de seguridad nacionales antes y después de febrero de 2011, y en este sentido, las violaciones del Estado omaní no difieren de las violaciones cometidas por otros Estados del Golfo. En Omán, como en países vecinos, se reprimen las libertades de opinión, expresión y reunión, y muchos sectores de la población ven afectados a diario sus derechos o son víctimas de la discriminación social o étnica, o por su lugar de origen (…). Pero probablemente sean las víctimas de los últimos abusos registrados las que han contribuido a captar la atención de los medios de comunicación del exterior.
Entre esas últimas medidas figura la detención de varios periodistas, entre ellos el redactor jefe del diario Al Zaman que fue cerrado tras publicar varios artículos que denunciaban la corrupción. Además los aparatos de seguridad persiguen cada vez más a intelectuales y activistas de derechos humanos, y amenazan a los usurarios de redes sociales con querellarse contra ellos bajo la acusación de ofender al sultán, apología del sectarismo o menoscabar el prestigio del Estado. Las detenciones han afectado a un buen número de activistas en el ámbito de los derechos humanos como el escritor Hamud al Shakili por solidarizarse con el periódico Al Zaman y con sus periodistas.
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En 1996, el sultán estableció la Visión Omán 2020 cuyo objetivo estratégico general era construir un Estado moderno y cumplir unos objetivos periódicos, a saber, dejar de depender del petróleo, nacionalizar el mercado de trabajo desarrollando los recursos humanos locales y desarrollar el sector del turismo (…). En 20 años no se han cumplido estos objetivos (…) sino que los datos oficiales apuntan a una situación peor que cuando se diseñó esa estrategia: el petróleo sigue representando el 78-80% de los ingresos del Estado, cada vez hay una mayor dependencia de la mano de obra extranjera (el 44% de los habitantes de Omán eran en 2015 extranjeros), y el turismo no se ha desarrollado como para hacer la competencia a otras zonas del Golfo.
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Desde que la Primavera Árabe acabara con Mubarak y Gaddafi, el sultán Qabus Al Busaidi es el gobernante más veterano del mundo árabe, aunque 46 años después de que los británicos le colocaran en el trono de Omán, no ha cumplido sus promesas de modernización del país, y la fragilidad del régimen se pone de manifiesto en los largos periodos en los que el sultán se ausenta para recibir tratamiento médico (…).
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La imagen es de Hasán al Mir para Al Safir
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