Al Yazira, Jalil al Anani, 01/06/2015
Los Hermanos Musulmanes de Egipto viven una profunda crisis debido a la división y polarización interna de los líderes históricos del grupo y los jóvenes que forman parte de ella. Esta crisis salió a luz hace unos días dando lugar a una situación sin precedentes de controversia y críticas entre las partes.
No es la primera vez que el grupo atraviesa una crisis interna, pero esta vez la crisis llega en un momento en el que el grupo sigue luchando por sobrevivir contra el régimen egipcio desde el golpe de Estado del 3 de julio de 2013, lo que complica la situación.
Las raíces de la crisis
La crisis actual comenzó hace aproximadamente año y medio, cuando se celebraron elecciones en el Consejo Consultivo General de los Hermanos Musulmanes en febrero de 2014 en aras de elegir un comité que gestionara la crisis tras las matanzas de Rabea al Adauía y Al Nahda. Estas elecciones dieron como resultado la elección de un nuevo grupo de líderes, entre los que se encuentra el guía actual, Mohamed Badía. Además se nombró al nuevo secretario general del grupo y se eligió a la oficina exterior para la gestión de los asuntos del grupo en el extranjero presidida por Ahmed Abderrahmán. También se ascendió a símbolos de las juventudes dentro de la estructura administrativa y fue elegido un nuevo portavoz.
Estos cambios no gustaron a los líderes históricos, en especial a aquellos que se encontraban fuera de prisión, por lo que hace unos días, los antiguos miembros de la Oficina de Orientación que no están en la cárcel celebraron una reunión tras la que emitieron un comunicado en el que se oponían a dichos cambios y a la estrategia seguida para hacer frente al régimen egipcio. Además afirmaron que seguían siendo los responsables de la gestión de los asuntos de la organización.
Algunos de estos líderes publicaron artículos en los que ponían de manifiesto que no estaban de acuerdo con la trayectoria que los nuevos líderes habían fijado para la organización. El exsecretario general de la organización, Mahmud Husein, declara en un comunicado que la antigua Oficina de Orientación sigue responsable del grupo. Este hecho obligó al nuevo portavoz oficial del grupo, Mohamed Montaser, a emitir un comunicado paralelo en el que negaba el contenido del comunicado de Husein y en el que informaba de la destitución de este último de su cargo hace año y medio.
Aunque algunos creen que la crisis comenzó por las diferencias en cuanto a si optar por una vía pacífica o por la vía de la violencia y por el rechazo por parte de los líderes de la organización de la trayectoria que están siguiendo los jóvenes para hacer frente al régimen egipcio, el problema es mucho más complejo.
Entre dos generaciones y dos proyectos de futuro
La crisis que está sufriendo el grupo refleja una profunda división entre dos corrientes – y dos estrategias y dos proyectos-.
Por un lado está la generación (o corriente) de los sheij, también conocida como «la generación de la organización», que ha guiado al grupo durante las últimas dos décadas, concretamente desde el mandato del quinto guía Mustafa Mashhur. Esta generación reestructuró de manera radical el grupo y consiguió crear un centro de poder que controlaba por completo el grupo, desde los asuntos relacionados con la afiliación y los ascensos hasta la visión estratégica
Esta generación también es la principal responsable de las crisis de los Hermanos Musulmanes tras la revolución, empezando por la crisis de los jóvenes que dejaron el grupo en protesta porque no se les dejaba formar parte de la toma de decisiones, pasando por las crisis de índole política (la relación con el ejército, la relación con los compañeros de revolución y la participación del grupo en las elecciones presidenciales) y terminando con la crisis del 30 de junio a la que siguieron enfrentamientos y sangrientas matanzas que pusieron de manifiesto fallos, errores de cálculo y una mala gestión que contribuyó a que el grupo llegara a la situación en la que se encuentra ahora.
De esta generación formaban parte líderes de primera línea tanto los que hoy se encuentran encarcelados, como Mohamed Badía, Jairat Sharet o Rashad al Bayumi, entre otros, como los que se encuentran en libertad como Mahmud Ezzat, Mahmud Husein o Mahmud Gazlán.
Por la generación o corriente de los jóvenes, también conocida como la «generación de la revolución» nos referimos a la generación que ha formado su conciencia en los últimos cuatro años, que ha sido influida en gran medida por la fluidez política y de movilización posterior al 25 de enero. Esta generación es el nervio principal de la movilización del grupo desde el golpe de Estado del 3 de julio, y ha sabido salvaguardar el dinamismo de la organización y mantener sus actividades y eficacia frente a la purga que está sufriendo el grupo desde hace aproximadamente dos años.
La generación de los jóvenes se puede dividir en dos franjas de edad. La primera está formada por los de mediana edad que han ascendido durante los últimos años a los puestos de mando en los organismos de los Hermanos como la Oficina de Orientación o al Consejo Consultivo General. Entre ellos están el doctor Mohamed Wahdán, detenido hace unos días, el doctor Mohamed Saad Elewa, Husein Ibrahim, el doctor Mahmud Kamal (estos dos últimos escondidos en Egipto) y el doctor Ahmed Abderrahmán, presidente de la Oficina de los Hermanos Musulmanes en el extranjero. La segunda franja la componen los más jóvenes del grupo que también han ascendido en los últimos meses. Entre ellos se encuentran el portavoz oficial de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Montaser y el resto de vicepresidentes de las oficinas administrativas de la organización.
Tal vez no sea la primera vez que hayan surgido diferencias entre la vieja guardia y los jóvenes. Sin embargo esta vez el problema es que no hay un referente directivo que pueda ponerse al mando para solucionar las diferencias, teniendo en cuenta la ausencia de líderes influyentes de primera fila. Esto ha provocado que la crisis salga fuera de «la casa de los Hermanos Musulmanes» para convertirse en noticia de interés público.
Adaptación o confrontación
La gran discrepancia entre las partes (los sheij y los jóvenes) tiene que ver con cómo tratar con el Estado egipcio. Por un lado, la generación de los sheij, en especial aquellos que no están en la cárcel, cree que cualquier enfrentamiento con el Estado es una batalla perdida, de la que el grupo no saldrá beneficiado sino todo lo contrario, puede tener un resultado desastroso a largo plazo, y por ello creen que hay que trabajar por la convivencia con el Estado en su forma actual y que hay una diferencia importante entre el Estado y el régimen.
A pesar del amargo enfrentamiento con el régimen, esta generación está convencida de que llegará un día en el que el Estado volverá a sentarse con ellos a la mesa para negociar y poner fin a la crisis, tal y como ocurrió a comienzos de los setenta en la era de Sadat y en los ochenta con Mubarak. Esta era la apuesta de los sheij desde la crisis del 30 de junio hasta las matanzas de Rabea y Al Nahda.
Al principio estaban convencidos de que las protestas del 30 de junio no tendrían ningún efecto (palabras que escuché personalmente al doctor Mahmud Husein a primeros de junio de 2013) pero se equivocaban. Después de las protestas estaban seguros de que Al Sisi no daría un golpe de Estado contra Mursi (palabras pronunciadas y repetidas por algunos asesores de Mursi a mediados de junio de 2013) y se volvieron a equivocar. Después del golpe de Estado también estaban seguros de que el Estado no iba a arriesgarse a desalojar las protestas de Rabea y Al Nahda. Y demostraron la debilidad y superficialidad de esa visión y ese falso convencimiento supuso un desastre para la organización, sus miembros y sus familiares.
La generación de la revolución cree que no hay más alternativa que deshacerse de ese Estado, de sus personalidades, de sus instituciones y de sus viejos valores como el nepotismo, la corrupción y el crimen. Los jóvenes tienen la certidumbre de que no pueden firmar una tregua con este Estado o tener con él algún tipo de relación después de los delitos cometidos en su contra. Apuestan por el fracaso de ese Estado frente a la acumulación de graves problemas y creen que es el momento de llevar a cabo un cambio radical.
Quizá este sea uno de los principales motivos detrás de la continua movilización de los Hermanos Musulmanes y de su apuesta por ampliar el círculo de protestas contra el Estado y el régimen actual.
En otras palabras, los jóvenes del grupo han perdido toda esperanza en la posibilidad de una reforma del Estado egipcio desde en interior por lo que consideran que la única solución para tratar con el mismo es que sea desarticulado para posteriormente ser reconstruido sobre bases pacíficas lejos de la lógica de las negociaciones de los sheij del grupo. Están convencidos de que el enfrentamiento, y no los acuerdos y las concesiones, es la solución.
La cultura de la catástrofe y la jurisprudencia de la resistencia
La diferencia sobre la estrategia tiene que ver con tres cuestiones: cómo gestionar la lucha contra el régimen, cuáles deben ser los mecanismos para hacerle frente y quiénes han de ser los responsables de la gestión del enfrentamiento.
En la primera cuestión, la generación de los sheij propone una estrategia de aguante, basada en la cultura de la catástrofe, la aflicción y la paciencia, si así Dios lo dispone. Esta cultura arraigada tiene sus raíces en la etapa de la primera catástrofe de los cincuenta y los sesenta. Se basa en los valores de fidelidad, obediencia y lealtad a los líderes. Es una estrategia de «resistencia negativa» contra los excesos y abusos del Estado.
La otra corriente cree que la organización de la lucha contra el sistema actual tiene que partir de la base de la «resistencia positiva» y deshacerse de la cultura de la sumisión y de la rendición, confiando en el principio de la jurisprudencia como «la obligatoriedad de repeler la agresión» y en el derecho a la defensa propia. Esta corriente justifica este pensamiento con las violaciones y crímenes que el Estado ha cometido con los miembros del grupo, una razón más que suficiente para responder por todos los medios.
En lo que respecta a los mecanismos del enfrentamiento al Estado, la vieja guardia cree que la principal herramienta es preservar la unidad de organización y de filas y subir la moral de los miembros del grupo teniendo siempre presente la cultura de la catástrofe con el fin de contener la situación actual. Esta corriente o generación continúa creyendo que la supervivencia de la organización, incluso a costa de la vida de sus miembros, es el objetivo primordial, y que la manifestación pacífica es el único mecanismo para responder a las violaciones cometidas por el Estado.
Sin embargo, la corriente de la resistencia cree que los mecanismos de respuesta deben ser indefinidos e ilimitados como una reacción ante las violaciones que ha cometido el Estado, que no les ha dejado otra alternativa. Y colocan a la resistencia bajo la cobertura de la «trayectoria revolucionaria» en la que se contempla el uso de la violencia preventiva (en defensa propia) y cualitativa (obstaculizar los órganos e instituciones del Estado). Creen que rendirse a las violaciones del régimen es supone doblegarse y aceptar el hecho consumando, así como su propia muerte lenta y la del grupo.
En lo que respecta a quién debe ser responsable de dirigir la etapa actual, la divergencia es aún mayor. La generación de los sheij considera que son los más adecuados para liderar al grupo en esta etapa sirviéndose de sus normas. Pero los representantes de la generación de la resistencia, especialmente los más jóvenes, creen ser ellos los más adecuados no solo porque culpan a la vieja guardia de la situación actual del grupo si no por el sacrificio que los jóvenes han hecho desde el golpe hasta ahora. Estamos ante un conflicto de legitimidad entre los dos bandos, el de los que apoyan la «legitimidad histórica» y los que apoyan la «legitimidad real».
El estadillo de la diferencia de posturas dentro del grupo era solo cuestión de tiempo, pero podemos decir que se ha retrasado debido al aumento de los enfrentamientos con el régimen y al deseo de no querer que la atención se desvíe de la batalla principal. Pero la insistencia de los sheij en sus proyectos y estrategias, y la insistencia de los jóvenes en seguir adelante con sus estrategias, a lo que añadir la falta de liderazgo, ha hecho saltar la crisis a la palestra provocando gran expectación.
Se puede decir que la crisis actual es una de las más profundas e intensas a las que se enfrenta el grupo desde hace medio siglo, y puede suponer el renacimiento ideológico y conceptual y de movilización del grupo, o el principio de graves divisiones y escisiones que supongan el fin de la fórmula clásica de los Hermanos Musulmanes como único grupo compacto.
Artículo traducido del árabe por María Isabel Escribano dentro del programa de colaboración con la Universidad de Granada.
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