Dalia Ganem-Yazbek

Diwan (Carnegie Middle East Center), 15/07/2017

 

Luchar contra el “terrorismo islámico” parece ser la prioridad del recién elegido presidente de Francia, Emmanuel Macron, cuyo país ha desempeñado un gran papel militar en la región africana del Sahel; además la preocupación europea por esa zona va en aumento a medida que se impone la sensación de que la seguridad de Europa está firmemente vinculada a lo que pasa en el Sahel.

 

La primera visita exterior oficial de Macron ha sido a Malí, donde las tropas francesas están desplegadas desde 2013 para combatir a los grupos yihadistas como la organización Al Qaeda en el Magreb Islámico, el grupo Ansar al Din o el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental. Macron visitó la base Gao donde se concentran cerca de 1.600 soldados franceses que forman parte de la conocida como “Opération Barkhane”.

 

Macron no parece querer dejar Malí a corto plazo sino todo lo contrario, anunciando que las tropas de su país se quedarán allí “mientras el Sahel siga enfrentándose al desafío del terrorismo islámico” y llamando a los países europeos a involucrarse más en los esfuerzos antiterroristas aumentando el volumen de sus ayudas militares y de desarrollo en esa región.

 

La presencia de Francia en el Sahel ha sido de alta intensidad mientras que la contribución de la Unión Europea ha sido de baja intensidad y ha estado centrada en la diplomacia, el desarrollo y la ayuda humanitaria, pero esta realidad podría cambiar. La Unión Europea es consciente de que una mejora de la seguridad en el Sahel supone un refuerzo de la seguridad en Europa y por eso adoptó una estrategia global en 2011 que dio lugar a la creación de un fuerza mixta y a la concesión de 450 millones de euros a Malí, Mauritania y Níger a través del Fondo Europeo de Desarrollo (…)

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