Musa al Sada. Al Safir al Arabi. 25/06/2019. Traducido por Mónica Carrión.
Nueve años ha cumplido el movimiento de demandas de las mujeres saudíes que comenzó con una campaña por su derecho a conducir. Esas demandas se fueron acumulando hasta generar un movimiento feminista semiorganizado cuyo estrado han sido las redes sociales. Con el paso de los años ha ido demostrando su potencial de evolución, de revisión y de adecuación a diferentes fases de un modo sobresaliente, si se le compara con otros movimientos políticos en Arabia Saudí. Incluso la detención de uno de sus rostros más destacados produjo el efecto contrario al deseado por las autoridades: no contribuyó a minimizar el movimiento sino que supuso una toma de conciencia, una nueva experiencia para todas sus seguidoras.
La privatización masculina del ámbito público
El monopolio masculino del espacio público, e incluso del privado, y la severa separación de sexos en cada detalle de la vida cotidiana que vive la sociedad saudí no tienen parangón. Ese monopolio se manifiesta en la composición de las pequeñas familias, en la relación entre parientes de distinto sexo y hasta en cómo ven los niños a las mujeres y cómo los padres se relacionan con sus hijas.
Esas manifestaciones van más allá de la estructura familiar y están presentes en la arquitectura y el urbanismo de las ciudades saudíes, en los edificios escolares, sobre todo los femeninos, de altos muros como las prisiones, e incluso en la separación de sexos en mercados, colas y establecimientos comerciales. Incluso la imposición y la forma del velo, y el hecho de que la mujer tenga que ir completamente tapada y de negro cuando sale al espacio público, reflejan hasta qué punto está privatizado por los hombres ese espacio al que las mujeres solo pueden acceder completamente cubiertas.
Todas estas manifestaciones se reflejan en la relación de los hombres y las mujeres saudíes cuya separación ha provocado una mirada estereotipada del otro sexo que afecta incluso a la construcción de relaciones conyugales tradicionales en las que el encuentro de los esposos tras la boda es en realidad el primer contacto directo que tienen con una persona del otro sexo desde que abandonaron la infancia.
Por fin se oye la voz de las saudíes
Las nuevas tecnologías han permitido crear un espacio virtual que rompe las barreras impuestas a las mujeres y se han convertido en la primera plataforma desde la que las saudíes hacen oír su voz a la sociedad. Pero todo esto no se ha conseguido sin tener que vencer la resistencia existente y sin que las mujeres hayan tenido que luchar por poseer un teléfono o acceso a internet.
La revolución de las redes sociales ha permitido a los y las saudíes ponerse en contacto de forma directa por primera vez después de mucho tiempo durante el que las autoridades han intentado dividir a la sociedad en cantones sexuales, regionales y sectarios cerrados.
Con la ola de movilizaciones sociales en el mundo árabe en 2011, las plataformas del espacio virtual hicieron posible que la voz de la mujer saudí fuera escuchada e iniciar un conjunto de movilizaciones que han continuado, han evolucionado y han tenido que superar obstáculos, desde la campaña para exigir el derecho a conducir hasta la movilización para pedir el fin de la tutela del hombre sobre la mujer y que provocó que chicas que vivían al margen de la sociedad fueran víctimas de una contra-campaña por parte de las autoridades a distintos niveles.
La singularidad del movimiento feminista en el contexto saudí
Las autoridades saudíes siempre hacen frente a los movimientos populares con discursos y acusaciones enlatados con el fin de dividir a la sociedad en base a la confesión y a la región. Muchas veces esas acusaciones también se suben a la ola de la “lucha antiterrorista” convirtiendo cualquier movimiento político en terrorismo.
Lo que ha conseguido el feminismo saudí como movimiento con una estructura moderna, es haber sido el primer movimiento local que ha conseguido después de muchas décadas romper todas las barreras sectarias y regionales, e incluso de clase, y estar formado por un público amplio de ambos sexos de ideas progresistas capaz de superar los discursos y las polarizaciones de las corrientes reaccionarias, tanto religiosas y como no, imperantes.
Este éxito ha puesto a las autoridades en apuros al no saber cómo interaccionar con este movimiento emergente cuando ya no vale jugar con las paradojas sectarias o regionales, ni con los dictámenes religiosos frente una corriente que atraviesa todos los estratos de la sociedad saudí. Y además, este movimiento ha puesto en evidencia la modernidad que se atribuye el Estado, al tirar por tierra los intentos del heredero al trono Mohamed Salmán de subirse a esa ola y presentándose a sí mismo como el renovador del país.
La característica de este movimiento no solo se ciñe a su eficacia frente al poder sino que ha matado dos pájaros de un tiro al contribuir a sacudir todas las estructuras tradicionales saudíes a un mismo tiempo, desde el poder hasta los movimiento religiosos y el tribalismo, pasando por la estructura patriarcal del Estado que se disfraza de moderno y liberal, obligando a todos ellos a adoptar posiciones defensivas.
Movilización renovada
Pese a la sencillez de esa primera demanda, la del derecho a conducir, el movimiento feminista se ha convertido, sin competencia alguna, en uno de los movimientos opositores más profundos a la estructura de poder. Además ha hecho prender la chispa de un amplio movimiento cultural de textos, libros, traducciones de escritos y de material gráfico sobre género y patriarcado difundidos por los y las activistas, y lo que un día fue una movilización con demandas concretas, se ha ido convirtiendo en un movimiento amplio y con base que exige la abolición de la tutela del hombre y la igualdad de género contribuyendo de modo directo en el proceso para acabar con la propia estructura patriarcal. En respuesta a la acusación de que la mayor parte de las partidarias del movimiento son chicas menores de edad, Nasima al Sada, activista en la cárcel, asegura que “eso es positivo puesto que antes las chicas no sabían de dónde venía todo su sufrimiento y ahora saben que el problema es el sistema de tutela masculina”.
Nueva fase
Dentro de su campaña “reformista” respaldada por Occidente, el heredero al trono saudí ha intentado explotar el sufrimiento de las saudíes para aparecer como una persona crítica y renovadora. Semanas después de que respondiera a una pregunta de la prensa sobre la privación del derecho a conducir de las mujeres, diciendo que se trataba de un obstáculo “social”, esa prohibición fue abolida y comenzó una gran campaña mediática para agradecer a Mohamed Ben Salmán su “valiente decisión”, aunque las activistas saudíes recibieron llamadas del aparato de seguridad del Estado en las que se les ordenaba que no aparecieran en los medios de comunicación para comentar dicha decisión y no quitarle así protagonismo al príncipe.
El centro del poder en Riad, con su locura y arrogancia, no se contentó con hacer callar a las activistas sino que inició una campaña de venganza sistemática: se les impidió viajar, sus casas fueron asaltadas y ellas detenidas y todo ello en paralelo a la ruidosa campaña mediática que se regocijaba del logro del príncipe para las mujeres y que fue bendecida por muchos rostros femeninos “conocidos”, desde parlamentarias hasta actrices, cantantes y celebridades de las redes sociales saudíes y árabes. La imagen de la princesa saudí Haifa Al Saud al volante de un coche en la portada de la revista francesa Vogue fue una prueba más de que la clase adinerada saudí estaba intentando acaparar los esfuerzos de miles de mujeres saudíes.
Las detenciones y el intento de monopolizar lo sucedido y de secuestrar los esfuerzos de las mujeres inauguraron una nueva fase de toma de conciencia del movimiento feminista que abrió los ojos a la dimensión clasista y la vacuidad de las “reformas” de Ben Salmán.
Esta conciencia dio un nuevo empuje al movimiento feminista que no se vio afectado por la campaña de desprestigio de las autoridades sino todo lo contrario: le dio un nuevo impulso para asentarse. En palabras de la activista Manal al Sharif: “Ya no se trata de demandas sino de la necesidad de un auténtico cambio político”.
El poder está inquieto
Contra el deseo de las autoridades, la campaña de detenciones no acabó con el movimiento sino con millones de dólares del contribuyente que el Estado inyectó en las campañas de publicidad. El nuevo empuje del movimiento provocó una reacción inquieta del poder y de sus acólitos quienes pusieron a las feministas en la diana de programas de televisión, tuits y campañas de desinformación sui generis que acusaban a las mujeres de terrorismo, que las comparaban con los de Daesh, como hizo la parlamentaria Kauzar al Arbash, o las tachaban de enfermas mentales, como sentenció la doctora Lamia al Ibrahim.
La lucha continúa
A día de hoy la mayor parte de los y las activistas de este movimiento feminista están en la cárcel o han tenido que abandonar el país. Pero esta etapa de detenciones es solo parte del duro tránsito de todas las mujeres de las sociedades árabes hacia el cambio. Las torturas de Luyain Hathlul, la separación de Samar Badaui, Nasima al Sada e Imán al Nafyán de sus hijos, el sufrimiento de Aziza Yusef y Nauf Abdelaziz en la cárcel junto a muchas otras no son sino un noble sacrificio hacia el fin de la injusticia sistemática que sufre la mujer árabe, hacia la construcción de una ciudadanía verdadera que celebren las generaciones venideras.
مسار الحركة النسوية السعودية. موسى السادة. السفير العربي
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