Artículo de Leila Nachawati para Revista 5W
Las cifras difundidas a través de los canales oficiales chocan con la información ofrecida por corresponsales extranjeros en el país, que hablan de miles. Horas después de que el diario The Guardian publicara a mediados de marzo que los contagiados en Egipto podrían superar los 19.000, las autoridades expulsaron a la autora del artículo, Ruth Michaelson, y anunciaron que revocarían las credenciales del medio “si no se retractaba”, una medida que han aplicado al resto de medios extranjeros con presencia en el país.
“Con coronavirus o sin él, Al Sisi está en guerra con la libertad de expresión y con la prensa, más aún de lo que lo estuvo (el dictador durante 40 años, Hosni) Mubarak”, cuenta en entrevista telefónica M., ingeniero de software egipcio que pide no ser identificado por temor a sufrir represalias. “Al Sisi no acepta críticas ni cuestionamientos de ningún tipo. Ha cerrado unos medios de comunicación, comprado otros y obligado a los principales editores a pasar por una formación militar”, apunta M.
El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) ya ha alzado la voz: “La información precisa sobre la pandemia COVID-19 es una cuestión de vida o muerte para los egipcios y para la gente de
todo el mundo, y no debe supeditarse a intereses políticos (…). Las autoridades egipcias deben permitir tanto a periodistas locales como a corresponsales extranjeros desarrollar su trabajo en libertad y sin miedo a ser arrestados o acosados por las autoridades”.
Viñeta de Emad Hayyach para Al Arabi al Yadid
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