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Si algo ha demostrado la Primavera Árabe es la fragilidad de los Estados árabes con regímenes extremadamente corruptos y totalitarios. Y como el que no tiene no puede dar, esos Estados, gestionados por regímenes déspotas e incapaces de crear instituciones nacionales, no podrán crear un sistema regional cuya eficacia se base en el compromiso con normas y tradiciones democráticas a la hora de tomar decisiones en el seno de sus instituciones. Esta es la lección que podemos aprender la experiencia de la Unión Europea que ha avanzado enormemente en el tema de la complementariedad y la unidad pese a las dificultades que ahora atraviesa.
Es indudable que el futuro de la Liga Árabe está vinculado de forma orgánica al futuro de los Estados nacionales en el mundo árabe, y que los países árabes no podrán crear instituciones eficaces a nivel regional si primero no logran establecer instituciones democráticas a nivel local y nacional, lo que requiere primeramente poner fin a las guerras civiles que se mantienen en estos momentos en muchos de esos países.
El problema de la Liga Árabe no es la nacionalidad de su secretario general ni si este posee competencias administrativas y diplomáticas. Su problema está en los árabes que toman las decisiones y cuyas divisiones y conflictos interminables han provocado que el mundo árabe esté en el punto en el que se encuentra, perdido y desarticulado. Y para que Ahmad Abul Gueit no sea el secretario encargado de dirigir el entierro de la Liga Árabe, en lugar de emprender su reforma, los responsables árabes deben despertar de su coma. (…).
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Viñeta de Saad Hayu
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