A comienzos de este mes, y tras una década de negociaciones directas e indirectas con Etiopía, Egipto decidía acudir al Consejo de Seguridad para poner en la agenda internacional la crisis de los países de la ribera del Nilo que ha desencadenado la construcción de la prensa etíope de Al Nahda (El Renacimiento), e intentar que se adopte un proyecto de resolución propuesto por Túnez.
Mohamed Saad Abdelhafiz, en su artículo La presa Al Nahda y la “inquietud legítima” publicado por Mada Masr el 19 de julio de 2021, explica que «el proyecto tunecino, que algunos consideran una nueva renuncia por parte de El Cairo y Jartum, pide a Etiopía que cese el segundo llenado de la presa e impone a las tres partes en conflicto a reanudar negociaciones para alcanzar en seis meses un acuerdo sobre el llenado de la presa y su gestión».
Para Abdelhafiz este acuerdo «se parece mucho a una propuesta estadounidense (de finales de mayo) de la que los expertos advirtieron porque respaldaba a Etiopía en su derecho a ejecutar el segundo llenado de la presa con el beneplácito del resto de las partes de la crisis, imponiendo una realidad que da la prioridad a Adís Abeba». Ninguna de estas dos propuestas de mediación, ni las de la Unión Africana, han tenido éxito ni han impedido que Etiopía siga imponiendo los hechos completando estos días el polémico segundo llenado de la presa.
Aunque Sudán es parte de la crisis, Egipto es el país más afectado por esta situación. Jartum puso cuatro condiciones a un proyecto de acuerdo de mediadores africanos y estadounidenses para los tres países que protagonizan la crisis, al que Etiopía respondió en junio: «Adís Abeba solo aceptó una de las cuatro condiciones sudanesas, la que hace referencia a la reanudación de negociaciones tras el segundo llenado de la presa, revelando así sus verdaderas intenciones antes de la celebración de la sesión del Consejo de Seguridad, y ha respondido al proyecto de resolución tunecino como respondió al proyecto de acuerdo africano-estadounidense, a saber, vaciándolo de contenido y solo aceptando la reanudación de negociaciones bajo el patrocinio de la Unión Africana y sin condiciones previas» aclara Mohamed Saad Abdelhafiz.
El experto egipcio destaca «la sorpresa de los círculos mediáticos ante la declaración del delgado ruso, quien se posicionó de parte del relato etíope y avisó contra el empleo de la fuerza (…) aunque los círculos diplomáticos interpretaron las palabras del delegado ruso como un choque con Egipto, el ministro de Exteriores egipcio intentó quitarle hierro al asunto (…) pero horas después de sus declaraciones, Rusia y Etiopía respondieron de forma práctica anunciando la firma de un acuerdo de cooperación militar».
La posición de China no difiere mucho de la rusa, ya que los intereses chinos en Etiopía y sus inversiones en proyectos eléctricos en la presa Al Nahda la obligan a posicionarse del lado de Adís Abeba.
Agotada la vía diplomática, el recurso a la fuerza militar tampoco parece una opción fácil como señala el politólogo Islam Zaabal en su artículo Las opciones militares de Egipto en la presa Al Nahda publicado en Al Masar: «Si tenemos en cuenta todo lo mencionado, a Egipto solo le queda la opción de una operación militar contra la presa etíope, un “golpe aéreo” ejecutado o bien desde la base militar de Berenice, en el Mar Rojo, o bien desde las bases sudanesas, lo que sería el escenario más apropiado para Egipto dados los datos arriba mencionados. No obstante, parece que el régimen egipcio, comandado por el general Abdel Fattah al Sisi, está más centrado en sus problemas internos y externos relativos a la lucha por el poder, que desgastan los recursos militares y los esfuerzos políticos y hacen menos probable una intervención militar en Etiopía a corto plazo».
A nivel interno, esta crisis, existencial para Egipto, parece haber suavizado algunas voces críticas como la del veterano periodista egipcio Abdelhalim Qandil, quien hace un llamamiento a la unión nacional en su artículo para Al Quds al Arabi Vuelta a la guerra en el Nilo: «Egipto tiene derecho a hacer lo que vea conveniente para preservar sus intereses y su existencia, porque el Nilo es para los egipcios una cuestión vital y no solo una cuestión de seguridad nacional. Y en lo que se refiere a las grandes cuestiones, en los pueblos vivos no hay diferencias entre partidarios y opositores, gobierne quien gobierne, pues quien gobierne Egipto, sea quien sea, no puede renunciar al derecho sobre las aguas de El Nilo, pues la causa del río es una causa de los egipcios, no del régimen egipcio. Egipto sufre pobreza hídrica desde hace tres décadas y necesita a día de hoy 120.000 millones de metros cúbicos anuales de agua dulce y depende de más del 90% de su cuota de agua del Nilo que es de 55.500 millones de metros cúbicos anuales según el acuerdo de 1959 con Sudán, que dio lugar a la construcción de la presa de Asuán».
Pero no todas las voces dentro del país van en la misma línea ni son acogidas de la misma manera por el régimen y como informaba el diario libanés Al Ajbar, el 18 de julio era detenido el ex jefe de redacción del histórico diario egipcio Al Ahram, Abdel Naser Salama, por una publicación en su muro de Facebook en la que se preguntaba «¿Por qué el presidente Al Sisi no tiene la valentía ética de declarar su responsabilidad directa sobre la grave derrota ante Etiopía y sobre la pérdida del derecho histórico de Egipto sobre las aguas de El Nilo?» y pedía al presidente egipcio que dimitiera y que se entregara a la Justicia.
Mónica Carrión, 21/07/2021
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