Farid Zahi
Al Arabi al Yadid, 14/06/2016
Basta con observar las obras de ensamblaje, instalación y performance de Raeda Saadeh para verse inmerso en un mundo de parodia, tragedia y placer artístico sellado con la fuerza de la imaginación y una profunda y trascendental clarividencia. Esa artista, nacida en Umm al-Fahm en 1977, consiguió renovar la sangre del arte palestino con su creatividad, otorgarle una intensidad que no cesa y ofrecer a los artistas palestinos jóvenes un horizonte internacional al que nunca antes habían llegado, en comparación con la poesía y la literatura.
Saadeh entró en el mundo artístico por la puerta grande porque fue consciente de las limitaciones del arte visual para la interpretación del sufrimiento de los palestinos y, convencida de ello, halló en el ensamblaje —técnica del arte contemporáneo— una vía útil con la que pudiera aferrarse a la encrucijada de la realidad palestina. Comprendió que todo pasa por su propio cuerpo y que ese cuerpo —en el que se tatúan los contrastes de la situación que vive ella, su pueblo y las personas de su mismo sexo y en el que se imprimen unas realidades que casi rozan lo maravilloso— es un cuerpo para los demás. Así fue como a principios del nuevo milenio sus obras comenzaron a adoptar un tono irónico, en unos casos, y crítico y reivindicativo, en otros.
Como si Raeda hubiese asimilado las palabras de Ibn Arabi, que invita a todo aquel que quiera explorar los secretos de los demás a que los busque en su interior porque ahí es donde se encuentran todos ellos. Entendió la imaginación como una técnica creativa y la única capaz de revelar los misterios del mundo.
Cada una de sus obras parece una asombrosa síntesis capaz de penetrar en la realidad y producir el efecto esperado, que hace que cambiemos nuestra visión de esa. Una de las primeras obras con las que alcanzó la fama internacional es Crossroads (Encrucijada) de 2003. Es una obra llena de violencia, significación y tragedia en la que la artista aparece en la puerta de su casa con una maleta en la mano y con una pierna incrustada en una pieza de cemento. Se trata de un símbolo de la existencia reprimida del palestino, que se encuentra en una encrucijada, incapaz de determinar su destino o elegirlo. Esa localización intermedia es la situación trágica que representa la distancia entre el deseo y la sólida roca que representa a la realidad. Del mismo modo, Raeda fue consciente de que el arte en esa situación de bloqueo, represión e indignación tan solo puede construirse sobre el principio del contraste. Entiéndase este último como una fuente de significación trágica que se apoya en la técnica del humor negro.
El propio cuerpo es el único capaz de personificar esa compleja visión. La obra titulada Who Will Make Me Real (Quien me hará real) de 2005 siguió el mismo rumbo y en ella la artista optó por la postura de la Odalisca o concubina orientalista cubierta por hojas de periódicos que informan de la miseria que viven los palestinos en Gaza. Esa obra fue la primera en deconstruir la visión del otro por medio del propio cuerpo. La siguen, en el mismo contexto, una serie de trabajos inspiradas en obras occidentales representativas. Reinterpretó, por ejemplo, La Gioconda y reemplazó la cara de esa por un autorretrato triste.
En la serie Fairy Tales (Cuentos de hadas) de 2012, y con la misma intensidad de las anteriores, presenta unas obras fotográficas en las que reinterpreta a algunos personajes famosos como Penélope o Cenicienta. A la primera —esposa de Ulises, al que esperó tejiendo y destejiendo hasta la vuelta de ese— la representa hilando un ovillo de lana enorme y en el fondo, el pueblo de Beit Hanina. En cuanto a la segunda, la representa con su vestido rosa y con una corona en la cabeza, como en la historia original, pero tropezándose en las calles de la ciudad de Yafa y con el museo de Llana Goor detrás. Si la historia de Penélope, tal y como la representa la artista, alude al melodrama de la mujer palestina desplazada, que anhela el retorno a su hogar —que se hace más largo que el ovillo que lleva entre manos—, la de Cenicienta alude al opresivo desplazamiento nocturno de los habitantes de ese barrio palestino; ya que sus hogares se transformaron en zonas turísticos y en grandes fuentes lucrativas.
En todas esas obras deconstructivistas, Saadeh experimenta una interpretación visual porque cree que es un elemento que puede penetrar en la imaginación y en la mente. Eso se consigue gracias a la actualización visual que le otorga un aire del presente. Puesto que toda interpretación es una transformación, podemos decir que recurre al contraste entre los datos históricos, visuales e imaginarios y la melodramática actualidad palestina. Lo que hace nacer un efecto satírico impresionante que ofrece al receptor la posibilidad de entender esa situación. Y, si el contraste cronológico se basa en el desequilibrio, se debe a que las obras de Raeda tienen un trasfondo político evidente. Esa dimensión política se construye por medio del ensamblaje, el contraste y su implantación en el yo visible, que lo convierte en el jugo de toda esa obra artística.
En la serie que denominó Keep Your Eye on the Wall (No apartes la vista del muro) de 2012 aparece esa tragedia y el espectador puede vivir con ella sus fotos y sus obras visuales con toda la violencia que manifiestan. En una de esas, la vemos intentando tirar de una cuerda que ha amarrado al muro con la intención de destruirlo. El muro de separación en Palestina se convierte en una metáfora de lo absurdo y la asemeja en esa obra a Don Quijote, que pretende hacer frente a una fuerza imperiosa y luchar contra ella con las simples armas de la imaginación y del cuerpo. Lo cierto es que la imaginación de Saadeh está llena de indignación y de inteligencia interpretativa. De ahí que cada una de sus obras nos impacte y nos despierte de nuestro letargo y de nuestra indiferencia. Se puede decir que nos lanza inmediatamente a unas esferas de las que emana el significado como efusión.
Raeda Saadeh nos inserta en un mundo imaginario en el que podemos reconstruir nuestra vida y transformarla en una pieza teatral en la que seamos capaces de vivir. Su sentido trágico hace que sus vídeos, fotografías, instalaciones y performances se asemejen a un cuchillo afilado que roza nuestra piel suavemente, mas, no sentimos su punzada hasta que nuestra sangre y la de la realidad se derramen a borbotones delante de nuestros ojos. Asimismo, nos impulsa a creer que el arte contemporáneo surgió solo para descollar la incurable tragedia del pueblo palestino y que los poemas y los cuadros seguirán siendo, a pesar de su verdad y representatividad, incapaces de aferrarse a la realidad imbricada en el tiempo y en la historia, a la vez que enlazada con el presente. Es una rica experiencia, y de lo más dura, que hace nacer su ritmo con violencia por el impacto de lo visto y que nos traslada a lo más profundo de la tragedia y de la humanidad.
Imagen: obra visual de Raeda Saadeh (Al Arabi Al Yadid)
Traducido del árabe por Eman Mhanna en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.
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