Rana Sabbagh *
Mada Masr, 30/11/2018
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En los siete años posteriores a lo que se conoció como la “Primavera Árabe” se evaporaron las esperanzas ante un gran sentimiento de desesperación cada vez más profundo. Como ciudadana jordana, he sido testigo de un retroceso de las libertades públicas y mediáticas inquietante. Y como periodista, vivo bajo una presión oficial que no había vivido desde el inicio de mi carrera profesional en 1984.
Lo paradójico es la sorpresa de los responsables de alto nivel ante la queja del retroceso de la libertad de prensa como si no vieran las verdades y los datos internacionales de medición de las libertades de opinión y expresión.
Los últimos años han sido los peores para la red árabe de profesionales del periodismo de investigación (ARIJ) ya que la mayoría de los gobiernos árabes han redactado leyes y dado instrucciones que han impuesto una censura o una autocensura entre los periodistas aun a riesgo de amenazas, tortura, cárcel y hasta el asesinato.
Los responsables árabes violan las leyes sin censura o temor a ser castigados porque confían en que la rendición de cuentas es nula en sus países y en que Occidente hará la vista gorda ante sus excesos. Los intereses están por encima de los principios en esta época desapacible.
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Las autoridades están felices con este desplome de la sociedad, activando leyes selectivas a su gusto, lo que complica las opciones de los periodistas árabes que se encuentran en una situación nada envidiable: o están con el régimen/el gobierno o son incluidos en la trinchera hostil a la patria.
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Egipto, en el que ARIJ ha realizado en los últimos ocho años junto a más de cien periodistas investigaciones cruciales para destapar verdades sobre la vida de la gente y los derechos humanos, se ha convertido en algo parecido a una “cárcel abierta” según Amnistía Internacional. En los últimos cinco años, las autoridades han detenido a más periodistas y opositores que el régimen de Mubarak en treinta años.
En Saná los huzíes han ocupado los medios de comunicación que han convertido en portavocías. Los periodistas en Yemen son víctimas de violaciones a manos de los huzíes y de las tropas de la coalición que dirige Arabia Saudí y de lo que se conoce como el “poder legítimo”.
Por su parte Qatar, Arabia Saudí y EAU han invertido en los últimos años en periódicos y televisiones regionales que paulatinamente se han indo convirtiendo en espacios para publicitar sus políticas.
La prensa libre nunca fue relevante en Siria, pero este país se ha convertido en uno de los focos más peligrosos para los periodistas quienes oscilan entre el régimen de Bashar al Asad y sus aliados y las organizaciones de la oposición armada, Daesh y grupos afines.
Hasta en Jordania, considerado por Occidente una excepción, los periodistas están obligados a afiliarse al sindicato de prensa, un organismo semioficial, para poder ejercer su profesión.
*Periodista que dirige la red ARIJ desde su lanzamiento en Amán en 2006; esta red está financiada por la agencia sueca SIDA, la agencia danesa DANIDA, los ministerios de Exteriores de Holanda y Noruega y la Open Society Foundations (OSF)
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