El pasado 4 de noviembre comenzaba el juicio al depuesto presidente Mohamed Mursi junto a catorce dirigentes del grupo de los Hermanos Musulmanes agravando la situación de división de la calle egipcia y alejando aún más las posibilidades de que se produzca una reconciliación nacional. En un hecho histórico sin precedentes, los dos últimos presidentes de la República, un militar y el primer civil que llega a la presidencia de Egipto, han sido sentados en el banquillo de los acusados en poco más de dos años. Les ofrecemos un extracto del editorial del diario Al Quds al Arabi del día 13 de noviembre sobre la carta abierta que ha dirigido el presidente Mursi al pueblo egipcio, y un artículo completo del escritor Mohamed Shumán donde establece un paralelismo entre los juicios de los dos presidentes depuestos.
Carta de Mursi a los egipcios desde la cárcel
Traducción: Husein el Hassani
Al Quds al Arabi , 13/11/2013
La carta del presidente depuesto, Mohamed Mursi, al pueblo egipcio hecha pública por su abogado Mohamed al Damati ayer miércoles, conlleva una serie de mensajes políticos importantes. La carta desvela en primer lugar lo falsa que era la idea de que Mursi no tomaba sus propias decisiones y que se limitaba a ejecutar las políticas de los Hermanos Musulmanes y las decisiones de su guía general, y que era una persona «buena» pero no un líder político capaz de gobernar Egipto, entre otras acusaciones similares dirigidas contra la persona el presidente depuesto. La carta con su sencillez, es resultado del aguante de los partidarios de Mursi a pesar de la gran presión ejercida sobre ellos. El presidente depuesto no podía pasar por alto esta gran movilización civil de apoyo que le convierte en el símbolo de la revuelta contra el régimen actual, ni tampoco podía ceder ante las nuevas autoridades egipcias. El gobierno del presidente de transición, Adli Mansur, que aceptó ser un puente para romper la legitimidad política egipcia y el equilibrio político egipcio, va a girar en un círculo vicioso del que no podrá salir hasta que no se alcance un acuerdo realista que satisfaga a todos los egipcios, no sólo a quienes tienen en su poder cazas, tanques y cañones. Con la persecución y encarcelamiento de los seguidores de Mursi, las autoridades militares actuales en Egipto han convertido al expresidente en víctima y mártir, y por consiguiente, en un icono político simbólico imposible de derrotar, mientras se han convertido a sí mismas, a pesar de la inmensa popularidad de la que gozan, en un simple poder golpista. Mientras los partidarios de Mursi están siendo encarcelados y reprimidos, las autoridades militares han intentado monopolizar la imagen de «víctimas» mediante la invención de un cóctel de enemigos internos y externos: los terroristas del Sinaí, Hamás y sus preocupantes túneles, los refugiados sirios y palestinos y sus barcos que escapan de la muerte a la cárcel… Y Estados Unidos que conspira contra ellos y a favor de los Hermanos Musulmanes. Pero esta imagen inventada que mezcla la fuerza hostil con el simbolismo de la víctima ha quedado evidenciada por la capacidad de resistencia de las víctimas reales. Mohamed Mursi: ¡mensaje recibido!
Mohamed Mursi: Del poder al juicio
Traducción: Husein el Hassani
Al Hayat, 06/11/2013
Mohamed Shumán, es un escritor egipcio
En menos de tres años, el pueblo apoyado por el Ejército, o viceversa, ha llevado a dos presidentes a los tribunales en una práctica sin precedentes, no solo en la historia egipcia sino también en la árabe, que supuestamente debería sentar las bases del principio de responsabilidad y de exigencia de cuentas a los funcionarios públicos, incluidos los presidentes de la República. El problema es que el juicio a Mubarak y a Mursi no son juicios justos. El juicio a Mubarak carecía de pruebas que demostrasen las acusaciones dirigidas al expresidente, a sus dos hijos y a su ministro de Interior por la manipulación de los servicios de seguridad que recopilaron la información y las pruebas de las acusaciones de asesinato a manifestantes y corrupción. El juicio a Mursi y a algunos de los líderes de los Hermanos Musulmanes va a carecer, como parece claro, de transparencia, y la actual coyuntura de polarización, la lucha política y el clima mediático y político hostil al grupo influirán en la mayor parte de lo que suceda en el juicio. Hay una serie de semejanzas y diferencias entre los dos juicios en lo que se refiere a las acusaciones, las medidas, el contexto político y los resultados previstos entre lo que destacamos lo siguiente:
1 – La obstaculización de las oportunidades de reconciliación nacional, el estancamiento en el pasado y la práctica de la venganza en lugar de mover el pensamiento y la acción hacia el futuro. A pesar de la importancia de este salto ante la actual mala situación económica y las difíciles condiciones de vida, todas las partes están involucradas en el conflicto y la polarización. El juicio a Mursi reducirá las oportunidades de activar el diálogo y encontrar una fórmula de convivencia con los Hermanos Musulmanes, a menos que el juicio y la sentencia final se produzcan dentro de un pacto cuyas condiciones no se han dado, pero todo es posible sobre todo cuando se trata de los Hermanos Musulmanes, históricamente conocidos por su pragmatismo y su capacidad para llegar a acuerdos extraños y desconcertantes.
2 – El agravamiento de la división política y la polarización entre los egipcios. La división de los egipcios no fue tan grave y profunda en el juicio a Mubarak como en estos días. En aquel entonces, la mayoría de los egipcios estaba en contra de Mubarak y a favor del juicio y había grandes esperanzas en el futuro y en la posibilidad de lograr un cambio democrático y establecer un Estado de derecho. Entonces no se barajaba el término «golpe de Estado» para calificar la caída de Mubarak y solo una pequeña minoría sin capacidad de organización ni experiencia en la movilización defendió su legitimidad como presidente electo, por lo que no tuvo el actual impacto de los Hermanos Musulmanes.
3 – El interés, y tal vez la sorpresa, de la mayoría de los egipcios por el juicio al presidente Mubarak fue descomunal ya que se trataba del primer juicio de esas características de la historia del país, y la retransmisión en directo del juicio vino a responder y a nutrir ese interés, mientras que a la mayor parte de los egipcios no le interesa el juicio a Mursi, preocupados como están por la situación de la seguridad y temerosos del estallido de la violencia y el caos con los que amenazan los partidarios de Mursi y que, y por desgracia, difunden los medios estatales y privados dentro de la campaña contra los Hermanos Musulmanes y el terrorismo, y que ha provocado que muchas familias no envíen a sus hijos a la escuela y la universidad. Lo paradójico es que las manifestaciones de los Hermanos Musulmanes han sido muy limitadas y han estado por debajo del listón de su tono amenazador y también de las medidas de seguridad adoptadas por Policía y Ejército, incluida la prohibición de la retrasmisión en directo del juicio a Mursi, lo que ha dañado la imagen del nuevo gobernante que parece tener miedo de las declaraciones de Mursi y de los gritos de sus partidarios a favor del presidente legítimo electo y contra el golpe de Estado. La prohibición de la retrasmisión del juicio ha dado paso a rumores e historias contradictorias sobre lo que sucedió en la sala, y lo más grave es que esa prohibición privó al público de su derecho a conocer los hechos y seguir los procedimientos del juicio y dio al gobierno el derecho a actuar como supervisor eligiendo las escenas que iban a emitir al final del juicio, lo que debilitó su credibilidad y suscitó los temores sobre las posturas de quienes gobiernan ahora hacia la libertad de opinión y expresión y el derecho del pueblo al acceso a la información. Basta con señalar la política de voz única de los medios públicos y privados, la prohibición del programa de Basem Yusef y la no difusión de muchos de los debates de la comisión encargada de la enmienda constitucional.
4 – El juicio a Mubarak confirmó la legitimidad de la junta militar liderada por el mariscal, Husein Tantaui, y su compromiso con dar respuesta a las demandas de los revolucionarios. Algo parecido pretende hacer hoy el nuevo poder, aunque sea con un alto coste político y de seguridad por la resistencia mostrada por Mursi y su grupo y por haber podido hasta el momento manifestarse y provocar un caos mínimo pero suficiente para molestar al nuevo poder y obstaculizar los intereses del pueblo. El hecho de que haya arrancado el juicio a Mursi destaca la capacidad del nuevo poder para seguir creando hechos sobre el terreno que representan una alternativa al gobierno de los Hermanos Musulmanes y sus discursos. Las amenazas de éstos no han conseguido evitar el juicio y el poder ha logrado poner fin a la misteriosa situación del presidente Mursi que pasó de detenido sin razón o justificación legal a acusado que comparece ante el juez por cargos relativos al asesinato de manifestantes frente al Palacio de Al Ittihadiya durante su mandato.
5 – Tanto Mubarak como Mursi han negado la realidad del juicio y la nueva realidad política, aunque la negación de Mubarak fue más psicológica y personal que política, ya que aceptó los procedimientos del juicio y su estrategia fue la de la defensa legal tal vez porque sabía que las pruebas contra él eran frágiles. Sin embargo la negación de Mursi combina lo psicológico y lo político, y está en la línea de la negación política del grupo desde el 3 de julio y su aferramiento a la legitimidad de Mursi como primer presidente civil electo, es decir, que la negación de Mursi está vinculada a una estrategia del grupo que no quieren abandonar, a pesar de todas las pérdidas que les ha originado a nivel político y popular. En este sentido, Mursi insistió durante el juicio en su legitimidad como presidente, se negó a llevar la ropa que llevan los presos y declaró que el juicio es ilegal. Por el comportamiento de Mursi y sus colegas en el banquillo parece claro que recurrirán a la estrategia de la defensa política basada en la negación de la legitimidad del nuevo régimen y del juicio. Al final, el nuevo poder ha salido victorioso del primer capítulo del juicio a Mursi que puede prolongarse durante meses o quizás años porque hay una larga lista de acusaciones contra él entre las que están los delitos de fuga de prisión, corrupción, abuso de poder y espionaje. Las sesiones de los juicios de Mursi y Mubarak podrían coincidir en el precedente mundial de juzgar a dos presidentes al mismo tiempo. El poder judicial deberá demostrar su integridad y su capacidad para mantener su independencia frente el nuevo régimen, una tarea difícil en este estado de mayor conflicto y polarización entre el Estado, el Ejército y los Hermanos Musulmanes desde 1952, cuyos resultados van siempre en detrimento de la democracia y los derechos humanos.
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