Jalil al Raquiq
La crisis entre el gobierno y el Sindicato Nacional de las Fuerzas de la Seguridad Interna ha llegado a su cénit a lo que hay que añadir la “explosión” del sector sanitario que ha desencadenado la decisión ministerial que obliga a cincos sindicatos a abandonar su labor. Esto significa que el equipo de gobierno de Habib Essid va a tener un duro enfrentamiento con dos sectores estratégicos. A esto hay que sumarle otros choques que aún no han terminado con los sectores que demandan un empleo y la acumulación de peticiones de los trabajadores con bajos ingresos. La posibilidad de contener estas tensiones actuales son pocas si se tiene en cuenta la relación de la crisis social con una situación política fragmentada y un cambio acelerado de los equilibrios de fuerzas.
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Las actuales protestas en el sector de la seguridad y la sanidad, entre otros, no difieren de manifestaciones que se producen en sociedades democráticas con un alto listón de libertades, pero si vinculamos esas protestas a la realidad de la situación de Túnez a nivel político y económico, veremos síntomas de una gran problema. Basta con decir que el mero hecho de tocar las arterias securitarias de un Estado que resiste al terrorismo conlleva graves peligros que pueden agravarse si las dos partes, gobierno y sindicatos, no celebran negociaciones serias que pongan las cosas en orden.
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Viñeta de Tawfiq Omrane
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