Para los amantes del cine árabe, y del buen cine de autor, os recordamos que todavía está en cartelera la película libanesa Costa Brava, Líbano. Para animaros a acercaros a los cines os dejamos la reseña que escribió Manuel Liguero para La Marea el 8 de junio de 2022. El filme ha recibido varios premios en el Festival de Venecia, el Festival de Toronto, el BFI de Londres y el Festival de Cine de Sevilla y cuenta con una pareja de actores muy reconocidos como Nadine Labaki y Saleh Bakri, así como la participación de la guionista catalana Clara Roquet.
«Como muy bien dice Jorge Dioni López, «básicamente, el Estado es la gestión de la mierda». De eso trata Costa Brava, Líbano, el debut en el largometraje de Mounia Akl. La directora libanesa narra la historia de una familia que ha huido de la ruidosa y sucia Beirut para instalarse en las montañas, apartada del mundo. Allí han vivido ocho años, cultivando hortalizas, criando gallinas y educando a sus dos hijas. Pero tras la crisis de la basura, que inundó de mierda la capital en 2015, esa paz se ve perturbada por la llegada de las máquinas que van a arrasar los bosques que rodean su casa para instalar una planta de selección de residuos. «¿Tiene que ser aquí? ¿Queréis quemar el último rincón verde del Líbano?», pregunta Soraya (Nadine Labaki), la madre de la familia, a uno de los operarios.
A partir de ahí, la basura se convierte en metáfora que explica todo el país. Se suele utilizar alegremente la expresión «Estado fallido» para explicar las peculiaridades de algunos sistemas políticos. Por ejemplo, se hace a menudo con Italia, lo que, visto con perspectiva, resulta una broma de mal gusto si se compara con el Líbano. De Afganistán ya ni hablamos.
Quince años de guerra civil salvaje, una desigualdad social monstruosa, un parlamento dividido por cuotas religiosas y condenado a la inestabilidad y una corrupción galopante han convertido el Líbano, y singularmente su capital, en un lugar invivible. Y a pesar de todo, de las mafias, de la violencia terrorista, del obsceno espectáculo de unas calles que alternan el superlujo y la miseria, Beirut, tan masacrada por las bombas como por la especulación inmobiliaria, sigue ejerciendo una fascinación irresistible. También terror, como el que siente Walid (Saleh Bakri), el padre de Costa Brava, Líbano, superviviente de una explosión que lo impulsa a buscar refugio en el campo, soñando con una desconexión que no solo es imposible sino también injusta para su familia.»
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Créditos:
«La basura como metáfora», Manuel Liguero, La Marea, 08/06/2022
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