Ninguna persona en su uso de razón puede creerse que es posible llegar a una solución política con Bashar al Asad, con quienes están detrás de él, con Ali Jamenei «el califa de Qom». Como nadie en su sano juicio en toda Europa pudo creer que era posible una solución política con Adolf Hitler. Eso es lo que han demostrado los acontecimientos de estos cuatro años, porque para empezar el «asadismo» no es político sino bélico, y nunca, ni un solo día, ha tratado al pueblo sino con violencia, sometimiento, fuerza y represión. El proyecto del régimen gobernante se erige sobre el ejercicio del poder en solitario, sobre el control de una banda mafiosa y fascista que no acepta ninguna alternativa al lenguaje de una escalada suicida y cuyo lema es «o mato o muero», sin términos medios. Teherán, que es quien a día de hoy dirige a esa cúpula suicida, vive una locura nacionalista doctrinal que le hace correr detrás del espejismo de la reconstrucción del imperio persa sobre pilares religiosos y en todo el oriente árabe como parte del desafío a Occidente y a la Historia. Y para Irán Siria no es otra cosa que la piedra angular sobre la que levantar ese proyecto imperialista (…)
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