Nueve bolsas árabes perdieron el pasado domingo cerca de 42.000 millones de dólares. La bolsa saudí fue la más perjudicada con pérdidas de 15.400 millones de dólares, seguida por la qatarí que perdió 10.300 millones de dólares. El desplome de esos mercados es consecuencia de la caída de los precios del petróleo a la mitad con respecto al pasado mes de junio.

Lo paradójico es que Arabia Saudí, cuya bolsa ha sido la peor parada, es el primer responsable del desplome de los precios del crudo al haberse opuesto a la reducción de la producción para reducir el superávit de los dos millones de barriles en los mercados mundiales y provocar una subida de precios.

En junio el barril estaba a 115 dólares, un precio que se mantuvo en los últimos cuatro meses, Ahora el barril ronda los 55 dólares en los mercados mundiales y podría caer aún más.

Riad, que mantuvo una dura postura en la reunión anual de la OPEP celebrada en Viena el pasado mes de noviembre, se opone a las demandas de reducción de producción de crudo e incluso amenazó con inyectar mayores cantidades en el mercado (es el mayor productor de la OPEP con 9,7 millones de barriles) para aumentar la oferta lo que obligó a otros países a ceder a fin de evitar mayores pérdidas.

Las autoridades saudíes justifican esa decisión que provocó la caída de los precios del petróleo a la mitad, alegando a los peligros del petróleo de pizarra bituminosa cuya producción hay que reducir porque los altos precios del petróleo hacen que su producción sea económica y viable. Los responsables estadounidenses aseguran que Estados Unidos cavó 20.000 barriles y aumentó su producción hasta 9 millones de barriles diarios, es decir, un tercio, lo que le acerca a la autosuficiencia.

La teoría saudí mantiene que hay que dejar que los precios bajen para que quiebren los países que elevan sus gastos de extracción de crudo. Y en realidad esta política ha sido efectiva porque las acciones de muchas empresas productoras de petróleo de pizarra bituminosa se ha desplomado y las compañías están al borde de la bancarrota por las enormes pérdidas.

Mientras los pueblos del tercer mundo y algunos de los principales consumidores de crudo como Japón, India, China, Turquía y los países europeos son los grandes beneficiarios de la caída de los precios, algunos miembros de la OPEP como Argelia, Venezuela, Libia y otros países del Golfo como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Omán e Irán son los más afectados porque sus ingresos se han reducido a la mitad.

Los que defienden la teoría de la conspiración, y nosotros estamos entre ellos sobre todo en este tema, creen que la decisión saudí de no reducir la producción de crudo es política y no económica, y no tiene nada que ver con el petróleo de pizarra bituminosas y sus promedios de producción competitivos. Estados Unidos y sus empresas de petróleo de pizarra bituminosa son los más perjudicados por la caída de los precios del petróleo y por tanto parece ilógico que su aliado saudí haya dado un paso así tirando los precios del crudo y por consiguiente perjudicando a sus empresas.

Abdul Samad al Awadi, conocido experto árabe en temas de petróleo, ha declarado a este periódico que si el objetivo era reducir la producción de petróleo de pizarra bituminosa y provocar la quiebra de esas empresas, habría bastado con hacer caer los precios del petróleo hasta los 70 dólares pero no hasta los 55 dólares.

Con su apuesta Arabia Saudí quería mantener la producción de la OPEP en torno a los 30 millones de barriles diarios y no hacer ninguna reducción de la producción, a pesar de la presión de países afectados, con el objetivo de paralizar la economía de sus rivales Irán y Rusia en represalia por sus posiciones en Siria donde están evitando la caída del régimen del presidente Bashar al Asad concediéndole apoyo económico, político y militar, es decir, que Riad no quiere llevarlos al borde de la quiebra, sino a la quiebra, en coordinación con Washington.

La posición saudí ha empezado a dar frutos: más de la mitad de los ingresos de Rusia provienen de las ventas de petróleo y de gas y ahora se han reducido a la mitad. Irán depende en un 70% de sus ingresos petroleros y su moneda oficial se ha devaluado más de un 80% en los últimos cuatro años y los precios de algunos productos de primera necesidad se han duplicado.

La cuestión es cómo van a reaccionar Irán y Rusia a esta «conspiración» saudí-estadounidense, como la ha definido un alto funcionario iraní que ha conversado con este periódico.

Arabia Saudí utilizó la misma arma en 1988 para llevar al régimen de Saddam Husein, que acababa de salir de una guerra de ocho años con Irán, a la bancarrota. Saddam Hussein respondió invadiendo Kuwait en el verano de 1990, país del que quería vengarse por haberse compinchado con Arabia Saudí para inundar los mercados con millones de barriles de petróleo.

La cúpula saudí ha hecho una apuesta peligrosa que puede tener efectos negativos a nivel político y de seguridad porque ha enfureció a muchos y ha llevado a países como Venezuela, Nigeria y Argelia al borde de la quiebra y los dos primeros ni siquiera pueden pagar sus deudas a plazos. Además la mayoría de los afectados por el colapso de los mercados bursátiles mundiales son los propios países del Golfo, sus ciudadanos y sobre todo los más pobres.

El papel de la OPEP es mantener la estabilidad de los precios del petróleo en los mercados mundiales y por lo tanto, la caída de los precios a la mitad confirma el fracaso de esa organización y de sus miembros. La OPEP pasa una prueba existencial. El uso del crudo como arma política es un paso muy arriesgado.

 

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