Túnez se acerca al final de una fase de transición que inició con la aprobación de la Constitución en enero de 2014 y la celebración de las elecciones legislativas en octubre del mismo año, lo que plantea interrogantes sobre las repercusiones de este momento en la debilitada economía de la etapa postrevolucionaria. A pesar de que la transición política tunecina avanza a un ritmo relativamente rápido, este cambio no va acompañado de una mejora del rendimiento económico ya que los gobiernos que se han sucedido no han podido resolver los múltiples problemas de la estructura del sistema económico sobre todo el desarrollo desigual entre las zonas costeras y las del interior, el aumento de la tasa de desempleo y los índices de pobreza y la debilidad del capital humano, a lo que hay que añadir un entorno empresarial no competitivo al que obstaculizan muchas restricciones regulatorias y legislativas.
Rendimiento a la baja
En 2011 la economía tunecina registró un crecimiento negativo de alrededor del 1,9%, que aumentó hasta el 3,7% en 2012 para caer de nuevo al 1,4% y situarse en el 2,3% en 2013. Según estimaciones del Banco Mundial, el crecimiento de la economía tunecina se mantendrá en el 2,3% en 2014 y no superará el 2,7% en 2015, lo que refleja el gran impacto de las tensiones políticas y de seguridad en la economía.
A raíz de una situación de confusión económica que se agravó después de la revolución y afectó negativamente a los flujos de inversiones nacionales y extranjeras por igual, se agudizó el problema del desempleo. A pesar de que las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Estadística tunecino señalan un descenso de la tasa de desempleo del 16,5% durante el primer trimestre de 2013 al 15,2% en el primer trimestre de 2014, aún no ha vuelto a los niveles de 2010 (13%).
La actuación de las finanzas públicas está experimentando un rendimiento a la baja constante a causa del crecimiento del déficit presupuestario como consecuencia del aumento de los subsidios a los combustibles y a los salarios, que pasó del 3,3% en 2011 al 5,5% en 2014 y luego al 6,9% en 2013. No obstante, Túnez ha iniciado el camino de las reformas en el ámbito de las finanzas públicas y del clima de inversión, ha empezado a reducir los subsidios al combustible y se han elevado los impuestos, lo que podría resolver el déficit presupuestario que puede caer al 5,7% en 2014 como consecuencia de esas reformas, según datos del Ministerio de Finanzas de Túnez. Sin embargo, estos pasos necesitarán medidas paralelas a todos los niveles para solucionar los problemas económicos crónicos.
Desafíos actuales
Los problemas de la estructura del sistema económico tunecino contribuyeron en la última década a debilitar la competitividad de la economía. Entre esos problemas destacamos:
1. Un desarrollo desigual: Túnez, como otros países árabes, se enfrenta al problema del desarrollo desigual, lo que significa que algunas zonas geográficas tienen un alto porcentaje de desarrollo, mientras que otras zonas siguen sin un desarrollo real. Las zonas del interior de Túnez carecen de infraestructuras, servicios públicos e inversiones públicas y privadas, mientras que las zonas costeras son las más ricas y desarrolladas. Como consecuencia de ello la tasa de pobreza de las zonas del interior es cuatro veces más alta que la tasa media de las zonas costeras más ricas según estimaciones del Banco Mundial.
2. Una coyuntura política y de seguridad frágil: A pesar de las medidas adoptadas para hacer frente a la inestabilidad política en el último periodo, como la aprobación de la nueva Constitución y la celebración de elecciones legislativas, sigue habiendo miedo por la situación de seguridad y por la posibilidad de que se reproduzcan actos de violencia como los ejecutados por grupos salafistas en los últimos meses, sobre todo por el agravamiento del caos de la seguridad en Libia, coyuntura que puede intensificar las operaciones de contrabando de armas y drogas y facilitar la filtración en Túnez de elementos extremistas.
3. Un clima de inversión restringido. Pese a que Túnez tiene un buen clima de inversión en comparación con el de algunos países de Oriente Próximo y ocupa el puesto 51 a nivel mundial y el sexto a nivel árabe por detrás de los los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en el Indice Doing Business publicado por el Banco Mundial en 2014, necesita hacer más reformas para mejorar el clima de inversión porque las restricciones regulatorias y legislativas impiden la entrada de inversores extranjeros o locales a los sectores de la economía que monopolizaban las entidades estatales antes de la revolución. En este sentido, Túnez ocupa el puesto 49 de un total de 52 países, según el Indice de Restricciones a la IED en 2013, Publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo que significa que el país impone restricciones regulatorias y legislativas que impiden el flujo de inversiones extranjeras directas, unas inversiones que además tienen que hacer frente a otros problemas como la proliferación de la corrupción y la burocracia.
4. Un sistema ineficaz. El sistema social en Túnez debe ser revisado. Este sistema se basa en la concesión de subsidios a los alimentos y al combustible, pero no ofrece seguridad social completa a las clases más pobres. Algunas estimaciones señalan que los pobres, que representan casi el 15,5% del total de la población de Túnez, solo se benefician del 12% del total de los gastos destinados a los subsidios.
A la luz de esta realidad, podemos decir que el éxito de las políticas adoptadas por el gobierno a nivel económico dependen de que se priorice la creación de una red de seguridad social dirigida directamente a los pobres y a las clases marginadas, y de que se lleven a cabo otras reformas necesarias en los ámbitos de las finanzas públicas, el clima de inversión y el sistema educativo para mejorar la calidad del capital humano.
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