Amer Hamzaui
Al Quds al Arabi, 28/10/2019
Los muchos fracasos de las revueltas democráticas de 2011, desde el fracaso egipcio en la institucionalización de la alternancia pacífica en el poder y de una ciudadanía de derechos igualitarios lejos del mal de los autoritarismos religioso y militar, hasta la incapacidad para derrotar a un dictador y el estallido de la lucha armada y del caos en Siria pasando por las guerras civiles de Libia y Yemen, todos esos fracasos han consolidado entre los gobernantes árabes la falsa impresión sobre su fuerza ilimitada con los ciudadanos y su potencial infinito para reventar las protestas populares contra la pobreza, la corrupción y la injusticia (…)
Estas escenas se cruzaron con intereses internacionales que no han tenido inconveniente en empujar al ciudadano árabe a las trampas de la sumisión y el servilismo, que desean vender ese cambalache autoritario de “o tener garantizados el pan, la seguridad y la estabilidad con dictadores o el caos con las protestas populares y las demandas de cambio democrático”. Las revueltas de 2011 amenazaron los intereses estadounidenses y europeos, a los que pusieron frente a los peligros del terrorismo y la emigración clandestina y rápido echaron mano de esa idea errónea de la inadecuación de la democracia para las sociedades árabes con la que justificar su apoyo a los dictadores y hacer la vista gorda a las violaciones de derechos y libertades, coincidiendo ahí con las políticas rusas y chinas que no ocultaron desde el principio su hostilidad hacia esas revueltas de 2011 a las que solo vieron como una amenaza para la estabilidad.
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