Abderrahmán Rashed (ex redactor jefe de Al Sharq al Awsat y ex director del canal de televisión Al Arabiya)
Al Sharq al Awsat, 07/11/2017
Crecen los frentes de confrontación (de Arabia Saudí) con Irán y sus principales aliados. El misil balístico lanzado por los huzíes contra la capital saudí es una peligrosa evolución bélica que no puede ser separada de la lucha regional con Irán en Líbano, Siria e Iraq. Han fallado las vías diplomáticas por la continua negativa iraní a sacar a sus tropas y milicias Sirias. Y previamente los iraníes se negaron a salir de Iraq donde operan a nivel militar y la última de sus batallas ha sido la del avance sobre la región del Kurdistán.
Irán quiere batallas a distancia en Iraq, Siria, Líbano y Yemen. Los países de la región, y también EE.UU., no han logrado adoptar una política que se adecúe a la estrategia iraní de expansión y control a través de sus “delegaciones”. Los estadounidenses, que han pagado el precio de forma reiterada con los atentados y asesinatos de Hezbolá, se han conformado con hacer frente al propio grupo como hicieran en el pasado Egipto y los países del Golfo cuando se conformaron con estrechar el cerco económico y político a ese delegado de Irán.
Teherán obliga a sus enemigos a optar por una de dos políticas: o hacer frente directamente a la fuente, es decir, al propio Irán, o crear delegaciones regionales que lleven a cabo guerras por delegación. La primera opción, es decir, la guerra con Irán, queda descartada excepto en una coyuntura defensiva, es decir en caso de que Teherán protagonice un ataque armado directo, y esta no suele ser la manera en la que gestiona sus crisis. Ni siquiera cuando perdió a ocho de sus diplomáticos en una emboscada de los talibanes en Mazar-i-Sharif (Afganistán) a finales de los noventa declararon la guerra a ese país sino que optaron por crear milicias locales allí con paciencia y perseverancia.
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