Pese que a todavía quedan cerca de diez días para el quinto aniversario de la revolución de enero, y aunque el régimen y sus voceros no pierden ocasión para declarar su total confianza en que no se van a producir manifestaciones opositoras ese día, aunque “la revolución traerá cola”, como han prometido los líderes de los HM, la realidad sobre el terreno y los pecados contra Egipto y su prestigio a nivel de derechos humanos, se contradicen con ese discurso trascendental. Resulta difícil justificar todas esas violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen en el último periodo bajo el pretexto de “prepararse para garantizar la seguridad del país el 25 de enero” (…).
No es necesario dar detalles de las detenciones de periodistas y activistas ni del asalto del pueblo natal de Mursi hace unos días (…), un aviso claro para quien esté pensando en manifestarse el día 25. Cualquier observador de Occidente sabe bien que las medidas de este tipo son vistas allí no como medidas de un régimen fuerte y estable sino justo todo lo contrario. Estos comportamientos no sirven al régimen sino que proporcionan munición gratis a sus enemigos y desatan interrogantes axiomáticos: si al régimen no le inquietan las manifestaciones opositoras del 25 de enero, ¿por qué se ve obligado a llevar a cabo detenciones y a aplicar medidas que socavan toda esa popularidad que presume tener? ¿Cómo se permite que algunos púlpitos se vean implicados en un discurso fascista y represor, macarra incluso, contra cualquier persona que piense en manifestarse, aunque sea de forma pacífica, para conmemorar la mayor revolución de la historia del país?
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