Por Pedro Rojo

Hasta la reciente sectarización del enfrentamiento geopolítico entre Irán y sus rivales en el mundo árabe, el humor donde se mezclaba religión y política se circunscribía prácticamente en su totalidad a dos cuestiones muy concretas: el conflicto palestino y a la escena política de Líbano.

La presencia de la religión en las viñetas libanesas parece inevitable en un país con 18 confesiones religiosas y creado por el colonialismo francés como un reducto cristiano en la zona. El reparto de poder marcado en base a estas cuotas religiosas ha sido objetivo de los dardos de los caricaturistas árabes desde la fundación del país del cedro en 1941. Entre ellos, Nayi al Ali, el dibujante palestino nacido en la actual Galilea pero que creció en el campo de refugiados libanés de Ain al Helua. Con su trazo conciso y su crítica demoledora se ha convertido en el máximo exponente del mundo del humor gráfico árabe hasta día de hoy, a pesar de que fue asesinado en Londres en 1987. Y es que hasta el triunfo de la revolución islámica en Irán en 1979 la tendencia mayoritaria, casi unánime, en el mundo árabe era el panarabismo, como refleja esta viñeta donde el burócrata pregunta al personaje si es «musulmán o cristiano, chií o sunní, druso o alauí, copto o maronita, católico u ortod…» a lo que le interrumpe: «Soy árabe ¡animal!».

Aunque ahora parezca difícil de imaginar la religiosidad no siempre ha tenido en el mundo árabe la centralidad que ha cobrado en los últimos tiempos.

Solo en la lucha del pueblo palestino contra la ocupación israelí la religión ha tenido un lugar importante desde el principio, pero no el islam sino el judaísmo. No podría ser de otra forma en un conflicto creado por razones religiosas y basado en la supremacía de los judíos emigrados impuesta vía militari sobre el resto de confesiones religiosas que convivían en Palestina.

La imposición del ideario sionista y sus consecuencias ha sido denunciado desde la creación del Estado de Israel en 1948 por todos los dibujantes palestinos y árabes que han tratado el tema.

Una realidad representada con claridad y contundencia en esta viñeta titulada «Convivencia» del autor jordano de origen palestino Emad Hayyach. Más allá de imponer el sectarismo y la marginación por razones religiosas en los territorios que controla, Israel asiste con clara satisfacción al enfrentamiento interconfesional que se está generalizando en el mundo árabe.

Según ha ido creciendo el poder de Irán en la región, los países árabes, especialmente los del Consejo de Cooperación del Golfo, han invertido el orden de prioridades dejando de lado la causa palestina para concentrar sus mayores esfuerzos en política internacional a contener el «creciente chií» que es como se conoce a la zona de influencia iraní en expansión compuesta por Hezbolá en Líbano, el régimen de Al Asad en Siria, los distintos gobiernos iraquíes desde 2003, y el propio Irán, con ramificaciones a países de mayoría chií como Bahréin o donde sus aliados se han hecho fuertes como en Yemen. Por lo tanto, el enfrentamiento entre iraníes y árabes es visto con buenos ojos desde Israel porque sus principales enemigos en la región se matan unos a otros en lo que Omar Abdalat ha dibujado como una película en 3D titulada «El enfrentamiento sunní-chií».

Al fin y al cabo el trabajo de un caricaturista depende de la realidad que le rodea y el sectarismo chií-sunní no estalló tras la llegada al poder de los ayatolás porque casi inmediatamente después se provocó la guerra irano-iraquí que duró hasta 1988.

Es con la invasión estadounidense de Iraq en 2003 y la imposición de un sistema político basado en cuotas sectarias (siguiendo el modelo libanés) que el tema del sectarismo empezó a ser una cuestión candente para la sociedad árabe y por lo tanto para sus caricaturistas. Así lo reflejó el dibujante del diario internacional Al Hayat, Habib Haddad, representando al primer ministro iraquí, Nuri Maliki, bajo el epígrafe «el sectarismo llama a tu puerta».

Y es que como bien dice el artista yemení Kamal Sharaf, «el caricaturista presenta una idea con un mensaje crítico para todos los ojos de la sociedad, intenta resumir lo que hay a su alrededor presentándolo de una forma simple con ironía, cercana a los corazones de los destinatarios, que conecte con su imaginario».

En ese sentido coincide con el egipcio Majluf, para quien el papel del caricaturista es no solo dibujar sobre un suceso sino también intentar transformar consideraciones sobre la censura, transformar la forma de entender la realidad de la gente. Desenmascarar el uso político que se está haciendo del sectarismo es una de las labores sobre la que están trabajando los dibujantes, denunciando como hace en esta viñeta Sharaf el lavado de cerebro al que someten a la población ciertos líderes religiosos.

En cualquier sociedad el papel del humor es fundamental para mantener el discurso crítico, poner en duda las certidumbres del discurso oficial, para mofarse de los fuertes. En el mundo árabe esa labor de plasmar la realidad aportando una visión crítica a través del dibujo tiene un valor más importante si cabe dado el alto grado de analfabetismo real y funcional que existe todavía en muchas de estas sociedades.

En la batalla sectaria ambos extremos de la ecuación sacan provecho del enfrentamiento. Por un lado, la cúpula iraní está viendo que si utiliza la baza del chiísmo como elemento unificador logra ampliar su área de influencia más allá de sus aliados históricos — como Hezbolá o el régimen sirio — para ser un actor decisivo en países como Yemen. Por su parte, los radicales del otro bando, desde el régimen wahabí de Arabia Saudí hasta Al Qaeda o el Daesh [el autoproclamado Estado Islámico], se erigen en los defensores de la vía recta del islam, según su entender, y piden el apoyo de la mayoría suní del islam para luchar contra lo que consideran la herejía chií. Pero son los musulmanes de a pie los que pagan con su sangre los discursos radicales de uno y otro bando, como muy bien representa el marroquí Jaled Guedar.

La visibilidad e impacto que tiene su trabajo hace que los dibujantes sean un objetivo constante de los extremistas, a lo que el joven palestino Mohamed Sabaaneh responde: «no hay que dejarse amedrentar, hay que seguir con esa crítica, en realidad es parte de la lucha contra el extremismo.» A pesar de las amenazas por su trabajo los caricaturistas árabes siguen dibujando para criticar la utilización partidista de la religión y por la defensa de valores de tolerancia, como la siguiente viñeta de Osama Nazzal.

Sigue a Pedro Rojo en Twitter: @Al_Fanar

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