Diagonal, 27/06/2015
José Durán Rodríguez
Un secreto a voces que confirmó plenamente hace tres años el premiado documental Searching for Sugar Man es el profundo desconocimiento que exhibimos en Occidente acerca de las músicas y ritmos que triunfan donde no rige el canon impuesto por los mercados anglosajones.
Que un olvidado cantante estadounidense fuese venerado y superventas en Sudáfrica solo se pudo conocer lejos de allí gracias al encadenamiento de casualidades que dio lugar a la película. Sin esta, nadie con domicilio septentrional se hubiese enterado del estatus de ídolo de masas de Rodríguez en el país de Mandela.
De un modo similar, la dilatada trayectoria del grupo tuareg Tinariwen apenas merece unas breves líneas cuando son incluidos como nota exótica en el cartel de algún festival europeo; o la fructífera carrera de Omar Souleyman es evaluada únicamente a la luz de sus colaboraciones con la islandesa Björk o porque un productor de renombre de la música electrónica británica se va a hacer cargo de su nuevo trabajo. Otros mundos musicales existen y están en este, por extremas que sean las condiciones de vida donde se producen, pero en el Norte tenemos muy poca noticia sobre ellos.
¿Qué escuchan los oídos más inquietos de Alejandría?, ¿qué se baila en las discotecas de Estambul?, ¿cómo afectaron las primaveras árabes a la música popular del norte de África?, ¿a qué suena 2015 en Casablanca?, ¿hay una escena musical subterránea en un contexto tan inhóspito para ella como Irán?, ¿existe una superestrella del pop equivalente a Taylor Swift en Argelia?, ¿qué música ayuda a sobrevivir cada día a la población de Palestina?
Para paliar la falta de información, ampliar la mirada (y abrir los oídos) y ayudar a responder a estas preguntas, podemos recurrir a la plataforma digital Mideast Tunes.
Creada en 2010 en Baréin, la web difunde canciones grabadas por artistas de Oriente Próximo y el norte de África (MENA por sus siglas en inglés) para «interconectar a personas dedicadas a fomentar, mediante la música, discursos constructivos sobre la región», explica a Diagonal Esra’a Al Shafei, fundadora de este proyecto.
Su motivación para poner en marcha Mideast Tunes queda resumida perfectamente en el lema que preside la web: música para el cambio social.
Para Al Shafei, las canciones son un ingrediente fundamental en la defensa de derechos básicos y de ahí su empeño en dar a conocer las que se crean en la región. «La música juega un papel enorme en los movimientos que luchan por la justicia social. Sin duda, es más influyente que los blogs u otros medios de comunicación. Llega a más gente, inspira a más gente y es más difícil de censurar que la palabra escrita porque viaja más rápido. Es un aspecto muy importante en la lucha por la libertad de expresión y los derechos humanos, que nuestros gobiernos aquí no respetan, y por la que es tan fácil que acabes en prisión hoy en día», valora.
Actualmente, Mideast Tunes dispone en su catálogo de 7.751 canciones firmadas por más de 1.450 artistas. Se escuchan gratuitamente en directo y se puede hacer una selección por estilos y países o también reproducir en modo aleatorio.
La gran mayoría de usuarios de la web, de un total de unos 140.000, vive en MENA, y ha dado una acogida a la plataforma que su fundadora califica como «sorprendente». Fuera de allí, reconoce, está resultando tan arduo como gritar a una pared.
«Una gran parte de las descargas de nuestras aplicaciones para iOS y Android son en Argelia e Irak. Hemos lanzado recientemente un modo de escucha offline: nos dimos cuenta de que muchos usuarios en lugares como Irak, Siria o Palestina no tienen acceso estable a WiFI o las redes de telefonía móvil 3G/4G son caras. Fuera de aquí no tenemos mucho apoyo, supongo que poca gente nos conoce».
Esa falta de conocimiento remite al desinterés general que reciben estas músicas lejos de su área de influencia más inmediata. Al Shafei asegura que vencer el desdén occidental es otro de sus objetivos: «Creo que es por la falta de acceso y por el desconocimiento de lo que la música significa aquí y cuánto impacto tiene. Esta también es otra de las razones por las que creamos Mideast Tunes: que el resto del mundo pudiese acceder fácilmente a esta música y no tuviera excusas para seguir ignorándola».
Música contra la muerte
El universo de bandas, cantantes y discjockeys al que se accede mediante Mideast Tunes es muy variado, con un abanico de estilos alérgico a la monotonía en el que cabe casi de todo: desde heavy metal clásico hasta música tradicional autóctona, mucho hip hop y propuestas electrónicas experimentales.
La situación de los artistas es también muy diversa, explica Al Shafei: «Algunos son muy famosos en sus países y tocan a menudo, pero la mayoría son desconocidos que luchan por ser descubiertos, que es por lo que les apoyamos y les damos el reconocimiento que merecen. Algunos grupos tienen mucha mejor calidad en sus producciones porque cuentan con el respaldo económico de sus seguidores, así que estamos intentando poner en contacto a los grupos menos conocidos con productores para que mejoren la calidad del sonido de sus grabaciones, lo que les puede hacer ganar apoyos en el futuro».
Resulta especialmente significativo el gran número de canciones procedentes de Palestina. Escucharlas es acercarse al día a día de una vida sometida pero en la que siguen cabiendo la alegría, la esperanza y también la música.
«La gama de grupos palestinos que tenemos es increíble. Muchos viven en Gaza, donde cada mes hay nuevos ataques aéreos de Israel y ven cómo sus familias son asesinadas. Pero eso no les impide seguir haciendo música. Muchos artistas cantan sobre la libertad, el final de la ocupación. Hay grupos como Checkpoint 303 que usan sonidos reales de la ocupación, por ejemplo disparos o grabaciones de los ataques aéreos, para mostrar cómo es realmente. Os recomiendo su canción Streets of Ramallah. La música definitivamente ayuda a concienciar sobre la ocupación, haciéndola más cercana, más personal. Facilita que otros la vean a través de los ojos de quienes viven allí».
Otro territorio con dificultades severísimas para la música es Irán. Como mostró en 2009 la película Nadie sabe nada de gatos persas, de Bahman Ghobadi, quienes allí hacen canciones se juegan la vida. «Tenemos a muchos artistas de Irán y muchos de ellos tuvieron que dejar el país y ahora viven exiliados en el extranjero. Es muy importante que hagamos que su música pueda llegar, porque la utilizan para luchar contra la corrupción y cantan sobre los derechos de las minorías o la igualdad de géneros, entre otros asuntos», señala la fundadora de la web.
Al Shafei gestiona Mideast Tunes junto a otra persona, de manera voluntaria y poniendo de su bolsillo para cubrir gastos. Uno de los campos de batalla que enfrentan es encontrar los recursos para garantizar que el proyecto sea sostenible sin renunciar a su identidad y para poder retribuir económicamente a los grupos que se escuchan en la plataforma, ya que hasta ahora no lo hacen.
«No queremos poner anuncios en la web porque estamos comprometidas con que siga siendo bonita, rápida y accesible y también porque somos un proyecto sin ánimo de lucro. Nos preocupa mirar a largo plazo y la misión que queremos cumplir, también el impacto que este proyecto puede causar sobre nuestras comunidades. Seguimos buscando fundaciones que nos ayuden pero está siendo difícil, así que si conocéis organizaciones en España que quieran apoyar a la cultura y a la libertad de expresión a través de la música, decídnoslo», pide.
Una red musical
Mideast Tunes incluye también un blog, muy útil para situar la inmensa oferta que propone la web y como guía para apuntar nombres por los que empezar a bucear en ella. En su desarrollo, la plataforma ha evolucionado adquiriendo algunas funciones que la acercan a una red social. «Ahora nos centramos no solo en los músicos sino también en los fans, para hacer mucho más fácil que cualquiera pueda descubrir a estos músicos, conectar con ellos, aprender, inspirarse… y que los artistas también puedan establecer redes entre ellos».
Pese a esta reciente orientación, Al Shafei marca distancias con otras experiencias de música en la red, por si hubiera tentación de comparar ambas iniciativas: «Por un lado, nos molestaría un poco que se refirieran a Mideast Tunes como el Spotify de Oriente Próximo porque esa plataforma tiene ánimo de lucro. Spotify no tiene nada que ver con apoyar a artistas independientes o a un cambio social, y sí mucho con ganar todo el dinero que puedan ellos y las discográficas, que es por lo que la mayoría de su contenido son músicos mainstream cuya música quizá no significa mucho. Pero, por otro lado, también nos halagaría porque construimos Mideast Tunes de la nada, con ayuda generosa de gente para el desarrollo de las aplicaciones, mientras que Spotify dispone de miles de millones de dólares. En ese sentido sí nos agrada la comparación».
FOTO: El músico egipcio Ramy Essam, en un concierto en Berlín el 12 de junio de 2015. / MONTECRUZ FOTO
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