Pedro Rojo, Vice News, 17/04/2015
El califa Ibrahim, Abu Bakr al-Baghdadi, puede estar tranquilo en su púlpito de Mosul o en cualquiera de las mezquitas que controla Estado Islámico (EI) en IraK y Siria, y es que el acuerdo nuclear que se ha alcanzado entre las potencias occidentales e Irán le garantiza a su «califato» el futuro a corto plazo.
Lo reconoció Barham Salih, exprimer ministro del Kurdistán iraquí, el pasado 31 de marzo en una conferencia en Chatham House en Londres.
Barham aseguró que aunque Estado Islámico sea derrotado militarmente, si no se abordan las causas políticas seguiremos padeciendo su extremismo. Pero para abordar el asunto políticamente hay que bucear en los orígenes del caos que ha permitido la implantación de este grupo terrorista en un espacio tan amplio y analizar críticamente la estrategia militar que se está usando para combatirlo.
Tanto en el aspecto político como en el militar Irán juega un papel central. Aprovechando la desastrosa ocupación estadounidense de Irak el país de los ayatolás se fue infiltrando en todos los estamentos del poder iraquí hasta hacerse con su control tras la retirada estadounidense en diciembre de 2011.
Desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979 Irán ha hecho de la promoción del sectarismo y la confrontación entre suníes y chiíes su vía de acceso al mundo árabe.
Pero hasta la llegada de la invasión estadounidense su influencia se limitaba a la vinculación con Hezbolá en Líbano y su apoyo al régimen sirio. Al hundir en el sectarismo a Irak castigando de forma sistemática a la minoría sunní ha colocado a este sector de la población en contra el ejército sectario y las milicias proiraníes.
Estas fuerzas de seguridad ahora son la punta de lanza para combatir a Estado Islámico sobre el terreno, pero actúan siguiendo la lógica de defensa del hecho chií contra los suníes de Estado Islámico y no por la liberación de un pueblo oprimido por la barbarie del las huestes del califa Ibrahim.
En un vídeo difundido en las redes sociales iraquíes se puede ver a uno de estos milicianos tras arrebatar a Estado Islámico la ciudad de Tikrit. En el vídeo proclama que no pararán hasta llegar a La Meca y construir junto a la Kaaba una huseiniya [escuela religiosa chií].
Es fácil imaginar la utilización que están haciendo los hábiles expertos en propaganda y captación de Estado Islámico de estos vídeos, o de las violaciones de los derechos humanos y de las razias llevadas a cabo en la ciudad por estas tropas «libertadoras».
El acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán, sin duda, será otro elemento a explotar en la propaganda del grupo terrorista alimentando la teoría del complot según la cual los intereses de ambos países en la zona siempre han estado coordinados para mantener a los árabes y musulmanes subyugados.
Y es que el sectarismo chií tiene su correspondiente suní en grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico que consideran un deber sagrado luchar contra el hereje chií.
Ambos extremos se necesitan y retroalimentan su extremismo con las barbaridades del otro para poder así exigir sacrificios a sus seguidores en un círculo vicioso sin fin.
Para desgracia de los árabes las negociaciones con Irán se han circunscrito exclusivamente al tema nuclear, lo que descarta que Occidente vaya a presionar a Teherán para que ceje en su empeño de expandir su influencia en el mundo árabe.
La habilidad iraní para jugar sus cartas desde la retaguardia es indiscutible. Esta faceta le permite ser un actor decisivo por delegación en el llamado «Creciente Chií» que abarca Líbano, Siria, Iraq, Bahréin y Yemen.
Irán ha pasado en diez años de ser el centro del ‘Eje del Mal’ de George W. Bush al principal actor de la región, aliado indispensable para luchar contra Estado islámico, pues nadie más está dispuesto a poner los muertos para el combate cuerpo a cuerpo.
Irán, con el nuevo acuerdo nuclear, se garantiza ese rol central que le permitirá seguir bloqueando cualquier solución que no le interese en Siria e Iraq, pero también en Líbano o Yemen.
La respuesta árabe ante este nuevo panorama ha sido anunciar una fuerza militar conjunta y el lanzamiento de la operación Tormenta de la Firmeza en Yemen que busca debilitar a los huzíes — aliados de Irán. Aunque a quien más están beneficiando es a la organización local de Al Qaeda.
Estamos de nuevo en el mismo escenario que permitió a Estado Islámico hacerse fuerte en Siria e Iraq: caos de seguridad fruto de la lucha por delegación de las potencias regionales que intentan aprovecharse de las revoluciones populares.
En Libia sucede lo mismo. En medio del caos que vive el país, el territorio dominado por la filial local de Estado islámico va creciendo.
Este sombrío panorama se oscurece aún más, para satisfacción de los combatientes de la bandera negra, con el acuerdo nuclear iraní. Hasta ahora el socio regional estadounidense tanto económico como político era Arabia Saudí.
No está claro quién liderará este nuevo tiempo. Por un lado las milicias comandadas por Irán combaten a Estado islámico en Iraq con cobertura aérea estadounidense, mientras que por el otro lado la misma Administración Obama afirma que con el acuerdo nuclear al mismo tiempo que se abre un nuevo tiempo de estabilidad en la región.
La respuesta a las ambiciones iraníes ha transcendido el espacio árabe para pasar al estadio religioso, sumándose Turquía a la idea de una fuerza militar conjunta y los bombardeos saudíes en Yemen.
No se ha creado una coalición árabe contra Irán sino un frente suní para hacer frente al chiísmo iraní, o lo que es lo mismo, una gran victoria para la visión sectaria que alimenta a Irán y a Estado Islámico.
La actual situación es ventajosa para Irán porque significa asentar y ampliar su papel de potencia regional. Para Estado Islámico es también una situación ventajosa porque les garantiza una supervivencia más allá del control territorial, puesto que en la hipotético caso de que sean derrotados militarmente seguirán teniendo un entorno popular hostil al sectarismo iraní donde camuflarse y desde donde operar de nuevo en la clandestinidad.
Un escenario nada halagüeño para Occidente en general y Europa en particular ante el posible cambio de campo de batalla de los 6.000 combatientes europeos con los que cuenta ahora mismo Estado Islámico.
Sigue a Pedro Rojo en Twitter: @Al_Fanar
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!