Al Ajbar, 28/03/2018
Ahmad Naser
Quienes sigan la actualidad en Bahréin siete años después de la movilización del 14 de febrero de 2011, se habrán dado cuenta de los cambios que se han producido a nivel local e internacional a diferentes niveles y que han afectado al equilibrio de fuerzas de tal modo que imponen a los individuos, organizaciones y Estados hacer un seguimiento global de lo que está pasando y revisar las estrategias para conseguir los objetivos del levantamiento o seguir superviviendo en un momento que supone un punto de inflexión esencial.
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Desde hace siete años en Bahréin reina un estado de congestión en el que el gobierno ha usado todas las herramientas posibles para presionar al pueblo y hacerle dar marcha atrás a través de la cárcel, los tribunales, la represión, las detenciones, los despidos laborales, el desempleo forzado, la suspensión de los viajes de estudios, la privación de vivienda, la concesión de la nacionalidad y la contratación laboral por razones políticas, la disolución de asociaciones políticas, religiosas y de derechos humanos, la pérdida de la nacionalidad, los juicios militares y la aplicación de leyes militares a civiles, la eliminación de los subsidios destinados a los servicios, los productos de primera necesidad, la energía y los carburantes al tiempo que caían los estándares de la educación y la sanidad.
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Ahora, con los cambios regionales, el tiempo apremia y las opciones se agotan. Quienes confían en las elecciones legislativas de octubre de 2018, que podrían aplazarse, deberían esperar a ver qué pasa en las elecciones legislativas de Iraq previstas para mayo, y que van a tener una importancia doble no solo para Iraq sino también para Bahréin y la región. Parece previsible que los comicios iraquíes vayan a ser un añadido importante en el cambio democrático de los pueblos de la región, sobre todo tras la derrota de Daesh y todo aquello que acompañó su ascenso: la polarización social, el odio sectario y la neurosis étnica.
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El informe que vio la luz el 21 de noviembre de 2011 no ha sido aplicado hasta la fecha, y los planes y programas de reforma y desarrollo han sido abortados, y se ha trabajado en la dirección opuesta para evitar la reforma. Un ejemplo de ellos es el Consejo Económico de Desarrollo que ha marginado al ciudadano bahreiní en el mercado laboral en lugar de convertirlo en la mejor solución, lo que ha provocado que el número de los empleados no nacionales supere al de los nacionales.
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Rompiendo con la tendencia de lo que había sido su tendencia desde el inicio del nuevo mileno, es decir, la participación política, los sucesos del 14 de febrero de 2011 pusieron a la oposición contra las cuerdas y pasó de una posición pacífica a una postura de boicot que representa un desafío para el gobierno. La cúpula opositora no fue consciente ni de la participación del gobierno ni del apoyo saudí al asesinato de civiles en las manifestaciones pacíficas hace siete años (marzo de 2011) hasta que solo seis meses después de las elecciones celebradas a finales de 2010, anunció su retirada del Parlamento lo que supuso un punto de inflexión en el país que entró en una fase securitaria muy peligrosa en la que los militares pusieron la mano sobre toda la oposición.
Ahora ha regresado debate sobre la participación o el boicot de las elecciones del 2018 tanto entre los opositores como entre los partidarios del gobierno (…)
Viñeta de Habib Haddad
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