El pasado 15 de septiembre, Israel normalizaba, en una ceremonia oficial en Washington, sus relaciones con dos Estados árabes, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, abriendo la puerta a otros países árabes que podrían optar por ese camino.
Aunque ese acercamiento se sella con un acuerdo oficial, muchas han sido las decisiones tomadas por otros Estados árabes y que han puesto de manifiesto un proceso de normalización de relaciones “tímido” o “encubierto” iniciado a espaldas de una opinión pública que apoya de forma mayoritaria e incondicional al pueblo palestino.
Las reacciones críticas con este acuerdo tanto en la prensa palestina como en la prensa afín a la causa palestina con todas sus ideologías, no se han hecho esperar.
El editorial del diario oficialista palestino Al Quds del 17 de septiembre llama a la acción tras los contactos que se han producido entre Mahmud Abbás e Ismael Haniya: «Esos contactos deben traducirse en una unidad real, bien a través de la celebración de reuniones conjuntas, bien decidiendo la celebración de elecciones; en cualquier caso nuestro pueblo pide a los líderes de Fatah y Hamás, y a Abu Mazen a la cabeza, que tomen de la iniciativa de dar ese paso, asumiendo la responsabilidad histórica de esta etapa determinante que vivimos de arrogancia de la ocupación en la que muchos hermanos se precipitan a normalizar relaciones con ese ente engreído… ¿¿Hay alguien ahí??».
Abdelbari Atuán, en su editorial para el diario londinense Rai al Yaum, desmonta la falacia del acuerdo “de paz” pues considera que «los misiles lanzados desde la bloqueada y hambrienta Franja de Gaza en dirección a las dos ciudades de Asdod y Ascalón en el sur de la Palestina ocupada (…) confirman que todos estos acuerdos carecen de valor y que quienes pondrán fin al conflicto, por la vía de la paz o de la guerra, serán los hijos del pueblo palestino», y vincula directamente la solución al destino de este pueblo: «mientras haya seis millones de palestinos en los territorios ocupados en el 48 y el 67, y el doble en el exilio y en países árabes vecinos, no habrá paz y ningún acuerdo tendrá valor real».
Tampoco son pocos los artículos de la prensa en árabe más asépticos en los que predomina el análisis geopolítico sobre la opinión. Satea Nureddín, en el editorial del diario libanés Al Modon, describía así el acuerdo de Washington: «Lo sucedido ayer en Washington es un acontecimiento excepcional del Golfo . Israel hereda la función de EE.UU en el Golfo y si lo hace bien, podría quedarse como policía único, algo que de momento parece posible si tenemos en cuenta la contenida reacción iraní a lo que ha hecho el país del Golfo que tiene más cerca. Parece que el ruido que llega de Irán viene más de quienes opinan y no de quienes toman las decisiones».
Un ejemplo de país que no parece tener prisa en oficializar una normalización de relaciones con Israel que parece existir de forma encubierta, es Arabia Saudí cuya prensa, muy controlada por el Estado, celebraba el acuerdo de Washington ante unas autoridades que han optado por el silencio. Fahd al Shiguerán, escritor e investigador saudí, decía en un artículo publicado el 16 de septiembre en el oficialista Al Sharq al Awsat que «la Autoridad Palestina es víctima de la flojera política y es incapaz ponerse en marcha hacia una nueva etapa, ni puede hacer frente a avances arriesgados con su antiguo aparato ideológico».
Ese nuevo destino plagado de amenazas en el actual contexto regional es otro argumento clásico para justificar el acuerdo de Washington. El ministro de Exteriores y de Cooperación internacional de EAU, Abdulá Ben Zayed Al Nahayán, firma un artículo en el emiratí Al Bayán titulado “Peace, Shalom, Salam” en el que se refiere a esta normalización de relaciones como «una oportunidad para una nueva aproximación que permita hacer frente a los desafíos de la región», unos desafíos que vaticina «difíciles debido al posicionamiento de varios países no árabes y a los bandos no gubernamentales del eje de la “resistencia” permanente, que defienden el extremismo en todas sus formas y sienten nostalgia por el imperio perdido» en clara alusión a Irán y Turquía.
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