Noor Mahtani, Lola Hierro
Planeta Futuro, El País, 25/02/2021
Siete migrantes del norte del continente y una española de ascendencia africana realizan un recorrido sonoro por sus lenguas nativas y narran en estos ‘podcasts’ cómo las funden con el castellano en su día a día y el sentimiento de arraigo que les invade al recordarlas y hablarlas
Las lenguas no entienden de purismo cuando se exportan. Es imposible mantenerlas intactas cuando sus hablantes están rodeados de otros alfabetos y fonemas. Conservarlas es casi un acto de rebeldía; de reivindicación. Por eso, es normal que el hassanía que hablaban los padres de Nadhira se convierta en hassañol, un híbrido que se le escapa al charlar con su hermana con la que se crio en Canarias. Para la generación de Halima, nacida en Madrid aunque con ascendencia marroquí, su nivel de dariya es “de guiris”. Fathi, sin embargo, discierne entre árabe, español e inglés como nadie, pues es traductor. Con idiomas más o menos impolutos, todos comparten un mismo objetivo: no perderlos.
Cada variante muta y se enriquece, aunque también corre el riesgo de ser absorbida por otras lenguas predominantes. A estos ocho protagonistas les une la tierra y unos recuerdos que se condensan en el idioma, la música, los cuentos, la poesía o los programas de la infancia. Son una especie de pasadizo directo a las conversaciones secretas entre las mujeres de la familia que recuerda Najat de su infancia en el Rif, o a las fábulas infantiles en soninké que el abuelo de Boubou contaba a la luz de la hoguera en su pueblo de Mauritania. En el norte de África, el árabe clásico es la raíz de más de una veintena de familias léxicas, de las cuales derivan un sinfín de dialectos cargados de sonidos y expresiones que nada se parecen entre sí. Esta enorme riqueza es el reflejo del mosaico de culturas y pueblos de una misma región. Tan distintos y tan iguales.
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