Johnathan Guyer
Public Radio International, 27/09/2016
El domingo por la mañana temprado un hombre abatía a tiros al escritor jordano Nahed Hattar. La escena del crimen fue el exterior de un tribunal de Ammán donde Hattar iba a ser juzgado por colgar en Facebook una viñeta “blasfema”. La historia aún no ha terminado aunque se ha identificado al autor de los disparos.
La familia de Hattar culpó de inmediato al gobierno jordano por poner al escritor en peligro; al parecer, el ministro del Interior estaba al tanto de las amenazas que Hattar había recibido y obviamente no facilitó suficiente protección. La plataforma Arabic Network for Human Rights Information también culpó a las autoridades y el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) con sede en Nueva York hizo otro tanto. Mientras, un portavoz de alto nivel del gobierno se precipitó a condenar el asesinato y también los Hermanos Musulmanes de Jordania. La Asociación de Caricaturistas de Jordania no ha emitido aún ningún comunicado, aunque miembros de la organización han dibujado viñetas en memoria de Hattar.
Se desconoce al artista autor de la viñeta que compartió Hattar, pero parece proceder de una página de ateos de Facebook más o menos conocida.
Es posible que el móvil del asesino no tenga tanto que ver con la ofensiva viñeta como con las inclinaciones políticas de Hattar, defensor del dictador sirio Bashar al Asad.
Pero al margen del asesinato de Hattar, el hecho de que el Estado jordano le llevara a juicio por compartir una viñeta va al centro de una preocupación mayor sobre los variables estándares de un discurso admisible en el país. El asunto requiere una mayor reflexión.
En primer lugar, una palabra sobre el medio: Hattar compartió esa viñeta en Facebook. Sabemos que los caricaturistas sortean complicadas líneas rojas establecidas por los estados y los extremistas violentos, y en Oriente Próximo la profesión ha sido siempre peligrosa. Con las redes sociales como una primordial plataforma de comunicación en estos momentos, el riesgo pasa rápidamente de caricaturistas y creadores a usuarios y gente que comparte información. El caso de Hattar pone de relieve los peligros de compartir o de colgar viñetas.
Un ejemplo alarmante, que ciertamente se produjo en un país distinto y a una escala muy diferente, es el caso de Amr Nohan, el recluta egipcio condenado por compartir en Facebook un meme del presidente egipcio con unas orejas de Mickey Mouse. En ambos casos, y en muchos otros, Facebook es el medio de la ofensa ¿Qué podría estar haciendo la plataforma para proteger a sus blasfemos y disidentes? Mucho más, sostengo, y quienes abogan por la libertad de expresión deberían plantear sus observaciones a Facebook.
En segundo lugar, la blasfemia es una categoría ambigua y controvertida categoría de expresión. Su ambigüedad tiene que ver con el motivo por el cual “ofender una región” es una acusación dirigida muy a menudo contra ateos y liberales. Cada caso debe ser examinado por separado. En las viñetas de la prensa árabe, muchas veces aparecer personajes con matices o connotaciones como el Padre Tiempo, la muerte o ángeles, e incluso en pasado sheijs borrachos. A veces aparecen “profetas” como Eva y Adán, aunque esto también puede ser considerado “ofensivo”. La definición de blasfemia evoluciona con el tiempo.
Por otra parte los problemas legales en relación a la blasfemia no solo tienen que ver con el islam. Cualquier persona consternada por el hecho de que el caso contra Hattar llegara a los tribunales jordanos, debe recordar que la Iglesia católica se querelló contra la revista libanesa de cómic por “ofensa religiosa” hace algunos años, y ganó.
A menudo los propios caricaturistas son las voces más influyentes a la hora de desafiar los límites de la blasfemia, como el caricaturista palestino Mohamed Sabaaneh, quien fue casi quemado por dibujar al profeta Mahoma, aunque él solo dibujó una figura con túnica).
“Deberíamos oponernos a cualquier cosa que no sea impuesta a la fuerza por gobiernos, dictaduras, la autoridad o la religión” dijo Sabaaneh como yo mismo informé el año pasado. Y respecto a los símbolos religiosos, este caricaturista dijo que eso era precisamente lo que su caricatura pretendía: “La manera de defender el islam es el arte. Cuando el islam es criticado a través del arte, deberíamos responder con arte”.
Por ello no es una sorpresa que Sabaaneh fuera uno de los primeros artistas en rendir homenaje a la memoria de Hattar con una viñeta.
Tercero, quiero señalar que los caricaturistas jordanos ponen de continuo el foco en el Estado Islámico en sus dibujos. Uno de esos caricaturistas, Osama Hayyach, ha recibido amenazas de muerte de ese grupo (Osama es el autor de la viñeta que ilustra el artículo).
Muchos sugieren que la viñeta que Hattar colgó ofendía más al Estado Islámico que a la religión, y que ambas cosas no debían vincularse. Otros han censurado la propia viñeta y han condenado además el escalofriante asesinato. Algunos titulares de prensa describen la viñeta como “anti-islámica” y otros como “anti-Estado Islámico”, una distinción que requiere mayor estudio.
¿Agonizarán los canales de noticias por publicar esas viñetas ofensivas como fue el caso cuando Charlie Hedo imprimió una imagen del Profeta musulmán? Hasta ahora, la mayoría ha parafraseado o citado el chiste, evitando la imagen de la viñeta.
Jonathan Guyes es miembro del Institute of Current World Affairs y editor colaborador de Cairo Review of Global Affairs. Tiene un blog de comics y caricaturas árabes: Oum Cartoon
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